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En ese instante, justamente cuando Abbie acababa de terminar esa ultima frase, el la cogió de la mano, entraron en el hotel y alquilaron esa habitación. La 115 y no otra. La 115 porque aquel año que estuvieron juntos allí, en esa misma cama, en esa misma ducha, habían sido felices, y habían sido felices porque nunca hubo nadie en ese mundo que se quisieran mas que ellos. Habían sido felices porque aprendieron a vivir juntos, aprendieron a amarse juntos, aprendieron a ser uno en vez de dos.
Cuando Abbie entro, millones de recuerdos le llenaron el alma. Millones de imágenes de los dos, de Beppo y ella, entre esas cuatro paredes, de millones de besos caricias y cosquillas, de juegos infantiles y no tan infantiles, de sonrisas de buenos días, de miradas de buenas noches, de deseos de madrugada, de sueños de veinticuatro horas.
Beppo la beso suavemente desde el principio del cuello al final de la oreja, Abbie lo miró con cautela, el se percató de aquella mirada, pero no le importo, bajó primero la cremallera de las botas, luego la del vestido y finalmente desabrocho el sujetador. Recorrió suavemente la espalda desnuda de ella con la yema del dedo índice y finalizo el recorrido con un suave beso. Acercó su boca, deseosa de mas placeres nocturnos, a la oreja de aquella chica que le volvia loco.”te prometo que solo quiero dormir, Amor....”
Abbie sabía, que aunque le fuera a costar mucho, esa noche no iba a intentarlo. Y con muchísima ternura, lo desnudo ella a el también. Así, desnudos, y llenos de amor, ambos alcanzaron los mas dulces sueños. Solo interrumpidos por un beso sincero y suave a media madrugada, tan suave que ni siquiera consiguió despertar a la chica mas bonita que alguien podria tener entre sus brazos una noche cualquiera en una ciudad cualquiera y en una habitación cualquiera. Solo que, en realidad esa noche era de los dos, en la habitación 115 y en la ciudad del amor. Y que esa chica ademas de ser la mas bonita, era...el amor de su vida.