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Este algarrobo me llamó la atención. A su alrededor había una plantación de almendros y olivos. Los almendros se secaron y fueron cortados, usados para leña. Los olivos fueron arrancados con raíz y vendidos a un vivero. Sólo quedan unos pocos algarrobos, cada vez más solos, aguantando el implacable sol de verano y el frío de invierno. Nadie los cuida. No tienen nada. Pero resisten. Me recuerdan a esos ancianos longevos que ven como van desapareciendo su semejantes, deben sentir una tremenda soledad y un gran apego a la vida.
Este algarrobo está fuertemente enraizado a la vida. Y al fin y al cabo no está tan solo: por su tronco trepan las hormigas y tejen sus telas las arañas, en el hueco central puede que haya una madriguera de conejos y en sus ramas reposan las aves.