Cielo e infierno

El Museo del Prado de Madrid, alberga entre los fondos de su exposición permanente una enigmática obra de El Bosco, titulada “El Jardín de las Delicias”, una auténtica obra maestra.

Hyeronymus Anthoniszoon Van Aeken (El Bosco, 1450-1516), refleja en esta obra la mística de su tiempo, cuando al finalizar la Edad Media todavía se consideraba la lujuria como origen de todos los pecados y el cielo y el infierno conceptos absolutos.

La obra es un tríptico al óleo sobre tabla. La primera sección del tríptico conocida como El Paraíso, describe el Jardín del Edén con Adán y Eva. La pieza central representa muchas de las actividades humanas, fundamentalmente las que implican relaciones entre hombres y mujeres. La parte final del tríptico, es la representación de ese lugar de terror, conocido como infierno.

Particularmente es esta parte la que más atrae mi atención. También conocido como “El Infierno de la Música”. En una época donde abundaban los crímenes y la corrupción, donde Obispos y Papas mantenían sus queridas y engendraban hijos, donde de los monjes se decía que pasaban el día dedicados a conversaciones flatulentas, juegos de dados y glotonería, El Bosco representa un infierno donde los demonios despedazan, torturan y atormentan a estos pecadores, entre gigantescos instrumentos musicales que componen una sinfonía diabólica. Pecadores entretejidos vivos entre las cuerdas de una enorme arpa, encerrados dentro de un tambor o encadenados a un enorme laúd, todo un martirio apocalíptico de primera clase.