Crepúsculo en el Mar Menor

El Mar Menor es, a pesar de lo que indica su nombre, la laguna salada más grande de Europa, con 180 kilómetros cuadrados. Separada del Mediterráneo por La Manga de 22 kilómetros de longitud, este entorno natural disfruta de un microclima propio que le convierte en un lugar único en su flora y fauna.

Sin embargo su equilibrio ecológico es frágil. En los últimos años se produjo el fenómeno de la llamada "sopa verde", que hizo que sus aguas perdieran su transparencia. Este verano, no obstante sus aguas están más cristalinas que nunca, tanto, que los bañistas pueden encontrar caballitos de mar muy cerca de la orilla. En cifras: el año pasado la transparencia bajo el agua era de poco más de un metro. Este año, supera los cuatro metros y medio. Que el agua esté más transparente, no significa que la laguna esté recuperada. Si bajamos hasta el fondo encontramos en el fango el origen de la sopa verde. Viene, entre otras cosas, de los vertidos industriales que llegan por las ramblas, de la agricultura intensiva en su entorno y de la presión humana en sus riberas, lo que supone un exceso de nutrientes para las algas, que tiñen las aguas de verde.

Por tanto las normas contra la contaminación del Mar Menor no solo han de seguir en plena vigencia sino que habrán de incrementarse con medidas rigurosas. Igualmente la vigilancia tanto de la Administración como de las asociaciones vecinales y ecologiastas habrá de ser permanente.

Mientras tanto disfrutemos de su buen estado actual y de esos maravillosos cielos pintados, como el que observa con admiración mi sobrinito Mauro desde la playa de Islas Menores, en tanto dos veleros cruzan ante las islas del Barón y La Perdiguera.

Imagen familiar.