Danakil

Nuestro planeta nos ofrece lugares paradisíacos, donde la vida es complaciente con el hombre y los animales, pero al mismo tiempo también existen esos otros lugares donde las condiciones extremas los convierten en inhóspitos y solo habitados por seres capaces de superar sus durísimas dificultades de vida. Tal es el caso del desierto de Danakil, situado en el Cuerno de África, en la depresión de Afar, muy cerca del mar Rojo. Es es una región conocida como el “infierno en la tierra”. Constituye una gigantesca llanura salpicada de formaciones de sal, sulferetos y azufre cuya actividad volcánica es una de las más activas en todo el mundo. Esto, unido a las altas temperaturas que pueden alcanzar los 60 °C, hace pensar que este lugar no es apto para ser habitado. 

Y sin embargo ahí está el pueblo Afar, pastores nómadas, que hacen sus chozas con ramas y telas y las mueven regularmente en busca de fuentes de agua.

Pero hay más. África, el continente que menos contamina, se lleva la peor parte del cambio climático. Una realidad que se hace visible en la desaparición de las nieves del Kilimanjaro, aquellas que describió con su pluma Ernest Hemingway, o en el lago Chad, que se está secando, dejando sin alimentos a miles de personas que viven de la pesca. Y, por supuesto en esta franja de desierto donde confluyen Eritrea, Yibuti y Etiopía y donde periodos prolongados de sequia conllevan hambrunas y enfermedades.

En Occidente donde solo conocemos la cultura del usar y tirar, tenemos mucho que aprender de estos nómadas que durante milenios aprendieron a vivir en armonía con la extrema escasez su medio.

Imagen de Danakil: María Rodríguez