Descendió a los infiernos

Imagen: "Descendimiento de Cristo", obra del escultor José Capuz. Procesión del Santo Entierro. Marrajos (Cartagena-España). De mi archivo.

IESUS AUTEM, EMISSA VOCE MAGNA, EXSPIRAVIT

Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.» (Mc. 15,37-39)

Era la "hora sexta", más o menos el mediodía, cuando expiró Jesús. Es entonces cuando Jesús desciende a los infiernos. A través de su muerte toma de la mano a Adán y a todos los que esperan y los lleva a la luz.

El descenso de Cristo a los infiernos forma parte del credo cristiano, aunque su relato corresponde a textos apócrifos. Para, de alguna forma, ilustrar este hecho, me permito extraer unos versículos del "Evangelio de Nicodemo":

"Cuando estábamos con nuestros padres, colocados en el fondo de las tinieblas, un brillo real nos iluminó de súbito, y nos vimos envueltos por un resplandor dorado como el del sol. Y, al contemplar esto, Adán, el padre de todo el género humano, estalló de gozo, así como todos los patriarcas y todos los profetas, los cuales clamaron a una: Esta luz es el autor mismo de la luz, que nos ha prometido transmitirnos una luz que no tendrá ni desmayos ni término. (...). Y el Rey de la Gloria entró en figura de hombre, y todas las cuevas de la Furia quedaron iluminadas. Y rompió los lazos, que hasta entonces no habían sido quebrantados, y el socorro de una virtud invencible nos visitó, a nosotros, que estábamos sentados en las profundidades de las tinieblas de nuestras faltas y en la sombra de la muerte de nuestros pecados."

Comprendemos entonces, que quien realmente muere con Jesús, es la muerte misma. Y es el momento de recordar sus propias palabras: "En verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn. 12,24)

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