Ibn Battuta, gran viajero de la Edad Media

El hombre del siglo XXI es amante de los viajes. La sociedad actual, los modernos medios de transporte y el desarrollo de la industria turística se lo permiten. Pero no siempre fue así. El hombre de la Edad Media nacía y moría en el mismo lugar, sin apenas haberse movido unos kilómetros a la redonda, si no era reclutado para una guerra o se le imponía una peregrinación penitencial. Pero naturalmente hubo excepciones. En occidente es sobradamente conocida la figura de Marco Polo. De la misma época, solo pocos años después otro gran viajero, Ibn Battuta, recorrió más de 120.000 kilómetros. 

A los 21 años Ibn Battuta abandonó Tánger natal, con el propósito de cumplir con uno de los cinco mandamientos de la fe musulmana, la peregrinación a La Meca, y ya de paso ampliar sus estudios jurídicos en Egipto y Siria. No volvería hasta 24 años más tarde, para reemprender nuevas rutas. En total, durante casi treinta años, entre 1325 y 1354, viajó por medio mundo, desde el norte de África hasta China, recorriendo el sureste europeo, Oriente Medio, el centro y sureste de Asia, Rusia, India, Kurdistán, Madagascar, Zanzíbar, Ceilán o, en el Occidente, los reinos de Aragón y de Granada y el de Mali, que visitaría en viajes posteriores.

Lo poco que se sabe de este viajero excepcional está recogido en su Rihla, relato de sus viajes, que personalmente dictaría al estudioso granadino Ibn Yuzayy. 

En su memoria, el aeropuerto de Tánger lleva su nombre.

Imagen: Litografía de H.L.Benett (colección privada). Ibn Battuta en Egipto, donde tuvo un sueño en el que un gran pájaro lo llevaba a La Meca, India y China.