La tradición del sepulcro de Santiago.

El objetivo final de la peregrinación jacobea es llegar a Compostela (Campus Stellae), el lugar donde reposan los restos del Apóstol. El relato del libro de “Los Hechos de los Apóstoles” nos dice que Herodes Agripa “mató a espada a Santiago, hermano de Juan”. A partir de aquí todo es tradición. El cuerpo sería recuperado por sus discípulos Atanasio y Teodoro y como se había acordado respecto a los apóstoles, que al morir “cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio” (San Jerónimo), y Santiago el Mayor, según tradición, predicó en Hispania, allí habían de llevar su cuerpo sus discípulos.

Así en su travesía atravesaron los Columnas de Hércules y costeando Lusitania llegaron a Iria Flavia, donde lo enterraron levantando un pequeño mausoleo en el cementerio. Excavaciones realizadas en el siglo XX en la catedral compostelana demuestran que el mausoleo forma parte de una amplia necrópolis, que, probablemente, sería abandonada en el siglo VI cuando el rey visigodo Leovigildo conquista el reino suevo-galaico.

Estas tradiciones son recogidas por la “Carta del Papa León”, documento datado hacia el año 500, o ya en el siglo VII por estudiosos como San Adhelmo, obispo de Malmesbury o San Isidoro, Obispo de Sevilla.

Con la invasión musulmana del siglo VIII, en la España cristiana, la tradición jacobea se potencia. En el año 813 un ermitaño llamado Pelayo ve en la espesura del bosque unas luminarias y “oye canciones de ángeles”. Igualmente la feligresía de San Félix de Solobio, participan de estas revelaciones, lo que obliga al obispo iriense Teodomiro a desplazarse hasta el lugar, donde finalmente es hallado el sepulcro que, de inmediato, es identificado como el del apóstol Santiago. Este hecho conmociona profundamente a los pueblos del Occidente medieval y está en el origen del Camino de Santiago.

Imagen de internet: “La translatio de Sant-Iago” tabla del siglo XV, del Museo Diocesano de Comerino (Italia).