Los angelitos de la Capilla Sixtina

Nuriel y Raziel se conocen desde antes de la creación del mundo. Sus ojitos de ángeles juguetones fueron testigos de aquel "¡Hágase la luz!" que precedió a la aparición de la vida y en última instancia a la aparición de esos seres que se autoproclaman inteligentes que son los hombres.

Quizá por ello, en el siglo XVI de la era cristiana, un artista llamado Miguel Ángel, los incluyó en los frescos de la Capilla Sixtina. Desde ese observatorio, no solo colaboran en la creación del mundo, también se recrean con la representación pictórica, en tanto hacen un servicio de vigilancia y observan curiosos y críticos el paso de las miles de personas que cada día visitan la capilla.

Nuriel: ¿No estás un poco aburrido de tanto ver pasar gente mirándonos con ojos de avestruz?
Raziel: Es nuestra misión. Ver e informar. Lo más triste es que vemos demasiados personajes grotescos, que hacen que nos preguntemos hacía donde ha derivado el hombre desde la creación de Adán. Por cierto, ¿cuántos días libres te quedan por coger?

Nuriel: Pues, según me dijeron en el sindicato de ángeles, todavía me quedan diez días. Le voy a pedir al jefe Yavhé que me los de para el próximo mes y así podré jugar con los juveniles del Lazio el partido decisivo del campeonato.

Raziel: Tú y tu pasión por esos aguiluchos azulinos. ¿No tenemos bastante color celeste aquí arriba? Yo prefiero la magia aurirroja de La Roma.

Nuriel: Bueno, vamos a lo nuestro; fíjate en el tipo aquel con pinta de yanqui que mira embobado los frescos. Con esa carita de no haber roto un plato y tiene explotados a sus trabajadores mexicanos que emplea en negro por cuatro centavos.

Raziel: Pues qué decir de esa rubia de aspecto eslavo. Mucha audiencia con el Papa y cada tarde de los jueves abre la puerta de su casa a otra audiencia ...

Nuriel: Va siendo la hora del bocata. ¿Te hace un refresco bien fresquito? ¿normal o zero?

Texto propio: Redacción para Bazar de Letras de la Universidad Popular de Cartagena. Imagen de internet