Oro potable

Es sabido que los alquimistas buscaban la piedra filosofal que conviertiera los metales en oro. Pero eran algo  más que eso. Se trataba de personas que en una época en que la ciencia propiamente dicha no existía, tenían inquietudes suficientes como para experimentar en busca de soluciones y respuestas a muchos de los problemas del hombre. 

En este sentido, no es de extrañar que el propio rey Felipe II, acuciado por graves problemas de carácter económico, recurriera a afamados alquimistas como el italiano Tiberio della Roca o el alemán Peter Stemberg, quienes no consiguieron resolver sus problemas económicos. 

Pero cuando su salud iba empeorando, puso su interés en la destilación de productos curativos, instalando uno de los mayores laboratorios de toda Europa en El Escorial. Allí se producian medicinas, cosméticos y licores, pero sobre todo se buscaba un remedio milagroso para curar al monarca. Y allí el fraile boticario Fray Francisco Bonilla, siguiendo las instrucciones del alquimista irlandés Richard Stanyhurst, llegó a producir el llamado "oro potable", un elixir con sales de oro, que se consideraba el remedio universal. 

Aunque desengañado por tantas promesas incumplidas, Felipe II conservó hasta el final la esperanza de que la alquimia pudiera devolverle la salud.

Imagen: "El alquimista" de David Teniers El joven (1610-1690). Museo Wasserburg Anholt