Mi agenda tenía reservados estos días del 21 al 26 abril, para pasar un tiempo de relajo en el Balneario de Jorquera. Así, pues, este fotolog permanecerá inactivo los próximos días.

Quedan citados tras la fecha de regreso, en que repasaremos el viaje y como es costumbres mil y una historias de diverso contenido.

Imagen: https://hmj.es/

El estado indio de Meghalaya es el hogar de la etnia khasi, descendientes directos de las antiguas poblaciones munda, con lengua y cultura propia. Estamos en un territorio que separa e valle de Assam de las llanuras de Bangladés al noreste de la India y donde los Kashi conviven con otras dos tribus, los Garo y los Jaintia Es uno de los lugares más húmedos de la Tierra donde el bosque ocupa una tercera parte del territorio. Estas condiciones geográficas convertían a estas tierras tribales en un lugar de difícil acceso. 

En las montañas de Cherrapunjee, los ingeniosos khasi idearon una inteligente solución, doblegando los árboles a su voluntad. Allí donde los ríos bloqueaban los caminos, se dedicaron a tejer a mano las raíces aéreas de gigantescos gomeros, convirtiéndolos en puentes vivientes de uno, dos, e incluso tres pisos sobre hondonadas tapizadas de jungla. Son, sin duda, una de las grandes maravillas de nuestro mundo, definidos como tal por Lonely Planet, una de las mayores editoras mundiales de guías de viajes. Las imágenes de estos puentes son tan fantásticas que parecen creadas por modernos programas de inteligencia artificial. 

La etnia Kashi subsiste gracias a la agricultura y los principales cultivos de arroz, naranjas, verduras, nuez de areca u hoja de betel. Por otro lado, muestran un gran respecto por sus antepasados, y creen que aquellos que fallecen se rencarnan dentro del clan. También tienen un gran respecto por la naturaleza y los ríos, para ellos, son sagrados.

Una curiosidad de la cultura Khasi es su sistema matrilineal, que supone el total control de la mujer en cuestiones de herencia y propiedad. Por tanto será la hija la que hereda todo y su apellido siempre será el primero de sus hijos. No obstante, los puestos y la administración de la propiedad están en manos de hombres. Eso sí, identificados y elegidos por mujeres.

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En ocasiones conocer determinadas tareas de tiempos pasados nos puede erizar el vello. Este del que hablamos hoy es una función ya olvidada y casi desconocida para el hombre del siglo XXI: los acabadores.

Al igual que existían las parteras para ayudar y provocar los partos y acompañar al ser humano a ver la luz, su versus eran los acabadores, llamados por las familias para acompañar y provocar el tránsito de personas moribundas, por cuya vida nada se podía hacer, ya fuese por accidente o por enfermedad. Un "oficio" que existió al menos en los países ribereños del Mediterráneo occidental (Mar Tirreno, Mar Ibérico e islas). Un "oficio" del que se tiene constatación desde el siglo XVI, hasta mediados del siglo XX.

Todo ello se practicaba con un marcado ritual. Para empezar los acabadores tenían que haber superado una serie de pruebas que demostrasen que Dios estaba con ellos (como beber agua bendita y escupirla para apagar de una sola vez un fuego). Después habian de purificar todo lo que rodeaba al enfermo con agua santa, vinagre y sal. Asimismo, se rezaban dos oraciones: una para invocar a los antepasados del moribundo y otra para que la Virgen lo guiase. Después se le daba un brebaje tóxico y se le ladeaba la cabeza, de tal forma que el acabador le pudiera dar un solo golpe certero y mortal en la nuca con un martillo de madera previamente bendecido. Hecho esto rezaba una postrera oración por el alma del fallecido y anunciaba a la familia: "¡Ya se ha ido!". Según el lugar, también podían existir otras formas de ejecutar el acto.

En Cartagena se conoce de la existencia en el siglo XVII de uno de estos acabadores, de nombre Fulgencio Sevilla, afincado en diputación de La Aljorra. Un caso frecuente por el que era llamado era para asistir a personas que mordidas por perros, contraían la rabia. Así evitaban verle morir entre espasmos, convulsiones, espuma por la boca, y terribles gritos de dolor.

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Recuperamos hoy la poesía de Yolanda Castaño Pereira, quien ya se asomó a este rincón de poesía el pasado mes de diciembre. Ganadora del Premio Nacional de poesía, Yolanda Castaño nacida en Santiago de Compostela en 1977 y domiciliada en La Coruña es licenciada en Filología Hispánica y ejerce como poeta, crítica literaria, periodista y galerista. Con un amplio reconocimiento, escribe sus poemas originariamente en gallego y ella misma los traduce al castellano.

"ABRIGABA HORAS DE LUTO..."

El Evangelio de Lucas que se leía ayer domingo, expresa el gran deseo de Jesús: "La paz esté con vosotros". Más de 2.000 años después estamos a años luz de tener paz. Los medios de comunicación nos tienen al tanto de guerras como la de Rusia-Ucrania o Israel-Palestina, que afectan a territorio o intereses occidentales, pero olvidan otros muchos conflictos abiertos en el mundo.

Hoy se cumple un año. Fue el 15 de abril de 2023, cuando comenzaron los combates entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Desde entonces Sudán está sumergido en una situación insostenible: decenas de miles de muertos, 9 millones de personas desplazadas, 19 millones de niños sin escuela, violencia, hambre y enfermedades. Por sus caminos, mujeres y niños caminan solos, asustados, con las manos vacías.

El Papa Juan XXIII, en la encíclica "Pacem in terris", señalaba que la paz tiene cuatro fundamentos: la verdad, la libertad, la justicia y el amor. Como seres humanos y como creyentes no podemos mirar hacia otra parte.

"¿Acaso puedo yo hacer algo?". Podemos y debemos. Estamos llamados a ser rebeldes, utópicos y comprometidos en el cambio de esta realidad. Cuando el mundo sea un clamor, los responsables políticos empezarán a mover sus sillones en busca de soluciones para la paz. Multitud de hombres y mujeres han sido referentes de la paz que nace de la justicia. Solo quiero mencionar a algunas personas de los últimos tiempos: Mahatma Gandhi, Juan XXIII, Luther King, Ignacio Ellacuría, John Lennon, Teresa de Calcuta, Hermano Roger de Taizè, Helder Cámara, Nelson Mandela, Raquel Saravia, Pedro Casaldáliga, Malala Yousafzai, Berta Cáceres…y multitud de organizaciones, que son semillas de esperanza.