El Palo Borracho (Chorisia speciosa), es un árbol  nativo de las selvas tropicales y subtropicales de América del Sur, sobre el que existe una bonita leyenda:

En la selva próxima al río Pilcomayo, habitaba una antigua tribu indígena. Entre sus jóvenes mujeres, había una de tan extraordinaria belleza que todos los guerreros la deseaban como esposa. Ella puso sus ojos en un fornido guerrero tan hábil en el manejo de las armas, como en susurrar dulces palabras de amor.

Pero un día él tuvo que marchar a la guerra, y en su despedida se prometieron amor eterno. Pasó mucho tiempo y los guerreros jamás volvieron, Cuando la joven, que repetidamente había rechazado a otros pretendientes, perdió la esperanza de su regreso, se internó en la espesura selvática para dejarse morir. Una mañana de primavera, unos cazadores la encontraron muerta entre los yuyales. Decidieron darle sepultura, y al alzar su cuerpo notaron asombrados que de sus brazos comenzaron a crecer ramas, que su cabeza se doblaba hacia el tronco, y que sus dedos florecieron con flores blancas que se teñían de un leve color rosa por la sangre derramada por su amado guerrero. Nacía así esta nueva especie de árbol. 

Es por ello que para los indígenas este árbol representa el cuerpo de una mujer; cuerpo que se va formando en tres períodos de vida: la juventud, en la que el árbol muestra su tronco con la esbeltez, de una doncella; el de la plenitud, en el que el mismo muestra las formas de la mujer en su vigor espiritual y físico, y la vejez, en la que el árbol muestra las formas maduras de la matrona, reposada, que se convierte en "madre nuestra pegada a la tierra"

Imagen: Palo Borracho, recientemente transplantado en el Parque San Ginés de la Jara de Cartagena (de mi archivo)