Semana Santa en la Región de Murcia

Lo primero que sorprende al visitante de la región en Semana Santa es la variedad de sus desfiles pasionales. Las grandes ciudades Murcia, Cartagena y Lorca, tienen unos desfiles pasionales absolutamente diferenciados entre sí. Pero la Semana Santa en la Región va más allá de esta tres ciudades. No podemos olvidar los desfiles de Jumilla, la atronadora noche de la tambores de Mula, la modesta procesión del Cristo de los Pescadores de Cabo de Palos o las saetas entrecruzadas al Cristo de los Mineros en La Unión, entre otras manifestaciones.

En la ciudad de Murcia la Semana Santa tiene un inconfundible aroma huertano. Desde el diseño de sus túnicas, a esa manifiesta generosidad que surge de las barrigas inflamadas de los nazarenos de donde van surgiendo desde habas frescas a caramelos, de bollos a huevos duros o estampas, pines u otros abalorios. También se verá sorprendido el visitante por los sonidos de los llamados "Toques de la Burla" un acompañamiento musical proveniente de carros-bocinas y tambores destemplados. La procesión más característica es la del Viernes Santo por la mañana, en la que sale a la calle toda la obra de Francisco Salzillo.

En Cartagena impera la tradición castrense, que dota a los desfiles de un impoluto orden y a los penitentes de una estudiada disciplina de movimientos. Las procesiones cartageneras se caracterizan por la exuberancia de luz y flor, por sus finas túnicas de seda, raso o lanilla, por sus marchas musicales, por los emotivos cantos de la Salve a la entrada de sus vírgenes. La ancestral rivalidad de marrajos y californios les confirió un espíritu de superación, que hacen posible hoy una Semana Santa absolutamente deslumbrante.

En Lorca el visitante quedará impactado con los Desfiles Bíblico-Pasionales que entroncan con el Antiguo Testamento. Una Semana Santa totalmente distinta y genuina donde antiguas civilizaciones y personajes bíblicos van sorprendiendo las retinas de los asistentes, por su originalidad, por su colorido, por sus carrozas, por la muestra de habilidades ecuestres, por la exuberancia de los bordados en mantos, capetas, túnicas o estandartes, por los sentidos "¡Viva!" del público, por las pasión que los Pasos Blanco y Azul ponen en sus cortejos. Como contrapunto la religiosidad de otros Pasos y procesiones como la Procesión del Silencio del Paso Encarnado.

La Noche de los Tambores de Mula está declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Curiosamente el germen lo encontramos a principios del siglo XIX, en un intento del Ayuntamiento en prohibir el toque de tambor fuera de las procesiones al considerarlo poco acorde con el recogimiento debido en estas fechas y que causa el efecto contrario. Ya en 1919 se emite un bando, autorizando la salida de tambores desde las 12 de la noche del Martes hasta las 12 del día del Miércoles. Así poco antes de la medianoche del martes Santo los muleños ataviados con su túnica y tambor se concentran en la plaza del Ayuntamiento, donde suena la Llamada a la Tamborada, una melodía compuesta por el muleño Fernando Belijar. Tras ella, cuando suena la primera campanada del reloj que marca la medianoche, miles de tambores se funden en un estruendo que hace vibrar la ciudad.