Teruel

Nuestra breve escapada termina en la ciudad de Teruel. Hacía como 25 ó 30 años de mi paso por Teruel, esta capital de provincia aragonesa, de la que siempre tenemos los recuerdos eternos del Torico, los amantes o la Torre de San Martín. Es un día gris, pero no llueve y la temperatura de unos 8º no es excesivamente fría.

Con una población actual de 36.000 habitantes, Teruel se erige en la principal urbe de una provincia vaciada. De hecho en nuestra visita nos cruzamos con una manifestación que reclamaba mayor atención y servicios de sanidad, pues para determinadas especialidades los enfermos han de acudir a Zaragoza.

Teruel es la ciudad del mudéjar, con importantes muestras de modernismo. La pervivencia en la ciudad de una importante población mudéjar tras la Reconquista, propició la fusión de elementos árabes y cristianos que dan origen a un estilo genuino y propio que el visitante puede admirar en La Catedral de Santa María de Mediavilla, la Iglesia de San Pedro o las Torres de San Pedro, El Salvador y San Martín.

El modernismo viene de la mano de la emergente burguesía de principios del siglo XIX, destacando el nombre propio de Pablo Monguió, arquitecto que trabaja en Teruel desde 1897 hasta aproximadamente 1923. Su obra adquiere su plenitud en tres edificios tradicionalmente denominados “Casa Ferrán”, “La Madrileña” y “El Torico” construidos entre 1910 y 1912.

Conocida es la leyenda de Los Amantes de Teruel, esa historia de amor imposible de los jóvenes Isabel y Diego. Naturalmente visitamos el Mausoleo, en el interior de un moderno edificio diseñado por el arquitecto Alejandro Cañada. Este mausoleo, obra del escultor Juan de Ávalos, nos muestra a los amantes con los rostros vueltos sin llegar a verse y las manos extendidas sin llegar a tocarse.