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EFECTO INVERNADERO

Una vaca científica preocupada por los daños ecológicos que producían los eructos y flatulencias de su especie, ya que cada una de ellas producía trescientos litros de metano por día, suficientes para poner en funcionamiento varios electrodomésticos, decidió recolectar los gases que producía todo el rebaño, para ser empleados como fuente energética.

Muchos ambientalistas entre los que se encontraba la bovina, propendían para que se eliminara el consumo de carne y, a cambio se elaborara un sustituto en un laboratorio o, se sustituyera por insectos, frijoles molidos, etc.

La rumiante se fue a una ferretería a comprar tubos en PVC y se los colocó a la mayoría (algunas ni quisieron) en el ano, sujetando del otro extremo bolsas para ser llenadas con los gases.

Una vez se inflaban las bolsas, las retiraba y las llevaba al laboratorio donde los comprimía y procesaba para ser utilizados como electricidad.

Instaló retretes para que todas fueran a depositar su estiércol y orina que también era recogido y utilizado para producir corriente y abono.

Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento

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CALIFICACIONES EN LA SELVA

En la selva se inició un sistema de calificación que consistía en determinar la puntuación de cada habitante por medio de un algoritmo.

Se desarrollaron bases de datos con el objetivo de recopilar toda clase de información de cada residente de la selva, desde los más básicos, tales como el nombre, el peso, la altura, las huellas, el color de piel entre otros.

El soberano deseaba premiar o penalizar el comportamiento individual implementando un sistema de calificación basado en la confiabilidad.

El proyecto determinaría que lugares podían frecuentar, abrevaderos para ir, madrigueras que podrían adquirir, alimentos que debían comer.

El algoritmo, analizaba las calificaciones sociales, políticas, legales, financieras y crediticias de cada uno, y el sistema era capaz de determinar si un animal actuaba o no apropiadamente.

En caso de que la plataforma señalara que el animal no era de fiar, tendría una baja puntuación y no podría aprovechar los mismos beneficios sociales que el resto, pudiendo ser penalizado con baja calificación que impediría desplazarse por la selva a su antojo, beber agua o defecar donde deseara.

Las puntuaciones influían a la hora de alquilar o comprar una madriguera, u obtener beneficios en la sanidad pública de la selva.

Quienes hubieran difundido información falsa sobre los integrantes de la manada, o las reservas de comida que tuvieran serían amonestados.

Cada año los animales se debían someter a una revisión de la calificación, para determinar si se levantaba la sanción impuesta, o se prorrogaba.

 Todos los habitantes de la selva eran valorados por su comportamiento social e individual.

Los que lograron un mayor puntaje se encontraban en la cima de la pirámide social, por lo que podían ser admirados y envidiados. Mientras que aquellos con peores calificaciones se les menospreciaba y discriminaba.

Algunos habitantes protestaron por el uso de los avances tecnológicos que afectaban su privacidad, pero fueron acallados, porque el rey león no aceptaba críticas.

Las valoraciones influyeron en la manera como los animales se percibían unos a otros y, establecieron los lugares donde podían vivir, las actividades que podían desarrollar y la manera como debían actuar.

Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento

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JUEGO DEL CALAMAR

En la selva había muchos animales necesitados de comida porque había un intenso verano y los parajes estaban secos y desérticos.

Un guepardo llamado Pat que tenía una lesión en una de sus garras por causa de una cacería malograda acumuló muchas deudas con otros animales que le suministraban el alimento, con la promesa de devolverlo tan pronto se recuperara. Pasaron los días y no había mejoría por lo que la presión que ejercían sobre él era cada vez mayor.

Viéndolo en esa circunstancia un enorme oso gris que conocía su situación, le ofreció la oportunidad de salir del problema y lo invitó a participar en una serie de juegos con la promesa de que si ganaba obtendría el alimento que necesitaba para él y su familia durante un año. El guepardo al principio desconfió, pero después que el oso le regalo una buena cantidad de carne, decidió aceptar la propuesta.

A los pocos días fue a un lugar indicado por el oso para ser recogido por un gorila que iba montado sobre un elefante. Pat llevaba una fruta con un dibujo de un calamar como contraseña.

Para que no identificara el sitio donde iba a ser llevado, fue sedado con pasiflora y conducido a un claro de la selva donde despertó encontrándose con más animales que también habían sido convencidos para que participaran. Todos llevaban un número de identificación en una de sus orejas.

El lugar era controlado por osos de anteojos, gorilas y monos, liderados por un lobo negro. Todos los jugadores que estaban ahí habían llegado motivados por el hambre y la desesperación de no tener como alimentar a su prole.

La recompensa la recibiría quien ganara siete juegos en una semana. Pero lo que todos ignoraban era que se trataba de una serie de competencias mortales de supervivencia.

Una vez colocaron el numero en la oreja de Pat, este se acercó a un chacal viejo y enfermo con quien entabló amistad, reconociendo entre los participantes a una pantera y a un tigre de rayas que vivían cerca de su madriguera.

 El primer juego consistió en soltar ratas y quienes no lograron cazar una de ellas dentro de un perímetro establecido, murieron en el acto al caer en fosos llenos de palos puntiagudos que se abrieron bajo sus patas, y los que lograron evadir las trampas fueron molidos a palo por los vigilantes hasta fallecer. De esa manera se descubrió el propósito perverso de la competencia.

Más de la mitad de los animales concursantes murieron en el primero de los juegos. En vista de eso los supervivientes solicitaron que se acabara la competición, querían regresar a la selva sanos y salvos.

De acuerdo con una cláusula existente, si la mayoría de los animales votaba para finalizarlo, todos se podrían marchar sin recibir ningún alimento como premio, pero si no era así, todos se verían obligados a participar. 

Una vez obtenido el resultado de la votación que se realizó con piedras de color rojo (para irse) y verde (para quedarse), la opción escogida fue retornar a sus hogares.

Después de ese suceso, Pat acudió donde el rey león para denunciar el hecho y contar lo que estaba sucediendo, pero no le creyó, lo mismo que los consejeros reales ya que el guepardo tenía fama de mentiroso, excepto un mico hechicero que guardo silencio, y quien sabía de la existencia de esos juegos macabros, porque un hermano suyo había desaparecido en circunstancias similares sin dejar rastro.

Como los jugadores tenían la oportunidad de regresar, muchos lo hicieron movidos por el hambre que pasaban y la manera de hacerlo consistió en dejar la fruta con el calamar dibujado junto a un árbol de la selva que previamente había indicado el oso como señal de aceptación del reto.

Pat fue uno de ellos y volvió al lugar de los juegos, junto con el chacal viejo, el zorro, y un coyote que había conocido en aquel sitio.

El mico hechicero siguió al guepardo sin que este se diera cuenta al lugar donde fueron recogidos por un oso de anteojos montado sobre un elefante. Todos sabían lo que les esperaba y estaban dispuestos a asumir el riesgo.

Una vez llegaron, el mico hechicero dejó fuera de combate a un mono vigía tomado su lugar, y así de esa manera pudo ingresar para investigar lo que ocurría en aquel sitio. Los jugadores conociendo lo que iba a suceder, ahora estaban más preparados y comenzaron a crear alianzas.  Por cada animal muerto se aumentaba el premio acumulado que colgaba de una malla sujetada a un enorme árbol, donde todos podían visualizar la carne, situación que motivaba a los jugadores a luchar por ganar la competencia.  Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento

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SELVA PAPERS

En la selva había muchos animales que ocultaban grandes fortunas y para ello se valían entre otros de urracas, papagayos y loros juristas, que asesoraban y ayudaban a hacer inversiones en empresas, lo mismo que a adquirir lujosas madrigueras, tierras, manantiales, en otros reinos, apoyados por zorros, hienas y lobos testaferros que sabían cuál era su función y rol dentro de ese andamiaje de corrupción, lo mismo que de las reglas que debían infringir, eludir o cumplir para que todo funcionara a la perfección.
Los “selva Papers” recibieron ese nombre de una investigación efectuada por una cacatúa periodista que se basó en la filtración de documentos confidenciales de expertos en la creación de sociedades en reinos pobres y lejanos.
A lo largo de varios años trabajó en asocio con cigüeñas, grullas y pericos, analizando archivos entre los que se encontraron imágenes, documentos, correos electrónicos y hojas de cálculo entre otros con información valiosa.
Todos ellos encontraron cartas de constitución, diarios de viaje, pasaportes, facturas y registros de accionistas, con lo que se logró tener una radiografía sin precedentes de los evasores de impuestos en algunos de los reinos permitiendo evidenciar secretos de “paraísos fiscales” y de quienes actuaron como mediadores desde esos lugares.
Se crearon numerosas compañías con cientos de beneficiarios que tenían activos ocultos y, acuerdos clandestinos para administrar riquezas de poderosos e influyentes de la selva, entre los que se encontraron coyotes dirigentes, ratas parlamentarias, lobos gobernantes, y muchos más, que eludieron el pago de tributos al adquirir grandes propiedades y hacer inversiones de todo tipo.
Para hacer más atractivos los reinos “refugio”, los gobernantes que los dirigían, ofrecían importantes ventajas fiscales a inversionistas de otros reinos que buscaban cargas tributarias reducidas, y deseaban mantenerse en el anonimato para no ser identificados como los beneficiarios reales de las sociedades que se configuraban.
Había dominios lejanos y desérticos que se utilizaban como lugar ideal de grandes capitales, los cuales eran regidos por serpientes de cascabel, mambas, corales, etc. que por su ubicación geográfica se prestaban para recibir las inversiones provenientes de otros lugares, sacando grandes réditos, de ahí que no tuvieran interés en compartir información con las autoridades de los diferentes reinos de la selva.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.

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BANANOCOIN

En un reino de la selva donde el macaco era el líder, se convirtió en el primero en autorizar el uso de una moneda virtual para que tuviera curso legal.

El mono aseguraba que su iniciativa generaría empleos y aumentaría la inclusión social de los demás animales.

La ley estableció el BABANOCOIN y no otras criptomonedas. La normativa la dio a conocer el mico por medio de un video difundido para todos los habitantes.

Así como había quienes estaban a favor de la medida, otros la rechazaban porque consideraban que no beneficiaba a los pobres, además el reino no tenía una economía y una estructura tecnológica consolidada.

La ley tenía como objetivo la utilización del BANANOCOIN de manera ilimitada en cualquier transacción económica y sin estar sujeto a cargas impositivas.

Las críticas de los expertos no se hicieron esperar, porque decían que se trataba de un mecanismo monetario volátil y su uso generaría una situación grave si no se tomaban las medidas adecuadas y oportunas.

Indicaban que en otros reinos se había prohibido el uso de criptomonedas, además el plan del macaco carecía de viabilidad al someter al sistema financiero a la apuesta por una moneda virtual que generaba mucha incertidumbre y podría hacer que el reino agudizara su situación de pobreza.

Sin embargo, el mono se inclinó por esa propuesta ambiciosa, manifestando que no tenía ningún riesgo.

Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.

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dhafras

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Colombia

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