Las estrellas no son fijas, ni se encuentran a una distancia infinita ni son eternas.
La vida de una estrella atraviesa distintas fases, desde su nacimiento hasta su muerte. Nacen por condensación de una nebulosa, o masa difusa de gases cósmicos. Pero se relacionaba la edad de la estrella con su color. Pero entonces las estrellas rojas no encajaban en este planteamiento.
Hoy aún está sujeto a revisiones: una nebulosa tiende a concentrarse en varios o muchos nódulos de condensación. Cuando uno de estos nódulos se convierte en una esfera independiente de gases recalentados, ha nacido una protoestrella, con mayor tamaño y menor temperatura.
Una gigante azul vive unos cientos de millones de años; una enana roja, miles de millones de años.
Las gigantes rojas son estrellas que han llegado a su vejez. Finalmente cuando una estrella ha quemado casi todo su hidrógeno, pierde su capacidad radiante, y se derrumba sobre sí misma y queda convertida en una enana blanca, o incluso, en una estrella de neutrones.
Estas estrellas moribundas tienen una densidad extraordinaria. Finalmente, esta estrella diminuta y superpesada pierde toda su energía por radiación: y no despide luz ni calor, ni puede generarlos jamás.
Nuestro universo está lleno de cadáveres de estrellas.
