miarroba
El fotolog de elgauchobesuqueiro
El corazón perdido Emilia Pardo Bazán

Yendo una tardecita de paseo por las calles de la ciudad, vi en el suelo un objeto rojo; me bajé: era un sangriento y vivo corazón que recogí cuidadosamente. «Debe de habérsele perdido a alguna mujer», pensé al observar la blancura y delicadeza de la tierna víscera, que, al contacto de mis dedos, palpitaba como si estuviese dentro del pecho de su dueño. Lo envolví con esmero dentro de un blanco paño, lo abrigué, lo escondí bajo mi ropa, y me dediqué a averiguar quién era la mujer que había perdido el corazón en la calle. Para indagar mejor, adquirí unos maravillosos anteojos que permitían ver, al través del corpiño, de la ropa interior, de la carne y de las costillas -como por esos relicarios que son el busto de una santa y tienen en el pecho una ventanita de cristal-, el lugar que ocupa el corazón.
Apenas me hube calado mis anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer que pasaba, y ¡oh asombro!, la mujer no tenía corazón. Ella debía de ser, sin duda, la propietaria de mi hallazgo. Lo raro fue que, al decirle yo cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus órdenes de si gustaba recogerlo, la mujer, indignada, juró y perjuró que no había perdido cosa alguna; que su corazón estaba donde solía y que lo sentía perfectamente pulsar, recibir y expeler la sangre. En vista de la terquedad de la mujer, la dejé y me volví hacia otra, joven, linda, seductora, alegre. ¡Dios santo! En su blanco pecho vi la misma oquedad, el mismo agujero rosado, sin nada allá dentro, nada, nada. ¡Tampoco ésta tenía corazón! Y cuando le ofrecí respetuosamente el que yo llevaba guardadito, menos aún lo quiso admitir, alegando que era ofenderla de un modo grave suponer que, o le faltaba el corazón, o era tan descuidada que había podido perderlo así en la vía pública sin que lo advirtiese.
Y pasaron centenares de mujeres, viejas y mozas, lindas y feas, morenas y pelirrubias, melancólicas y vivarachas; y a todas les eché los anteojos, y en todas noté que del corazón sólo tenían el sitio, pero que el órgano, o no había existido nunca, o se había perdido tiempo atrás. Y todas, todas sin excepción alguna, al querer yo devolverles el corazón de que carecían, negábanse a aceptarlo, ya porque creían tenerlo, ya porque sin él se encontraban divinamente, ya porque se juzgaban injuriadas por la oferta, ya porque no se atrevían a arrostrar el peligro de poseer un corazón. Iba desesperando de restituir a un pecho de mujer el pobre corazón abandonado, cuando, por casualidad, con ayuda de mis prodigiosos lentes, acerté a ver que pasaba por la calle una niña pálida, y en su pecho, ¡por fin!, distinguí un corazón, un verdadero corazón de carne, que saltaba, latía y sentía. No sé por qué -pues reconozco que era un absurdo brindar corazón a quien lo tenía tan vivo y tan despierto- se me ocurrió hacer la prueba de presentarle el que habían desechado todas, y he aquí que la niña, en vez de rechazarme como las demás, abrió el seno y recibió el corazón que yo, en mi fatiga, iba a dejar otra vez caído sobre los guijarros.
Enriquecida con dos corazones, la niña pálida se puso mucho más pálida aún: las emociones, por insignificantes que fuesen, la estremecían hasta la médula; los afectos vibraban en ella con cruel intensidad; la amistad, la compasión, la tristeza, la alegría, el amor, los celos, todo era en ella profundo y terrible; y la muy necia, en vez de resolverse a suprimir uno de sus dos corazones, o los dos a un tiempo, diríase que se complacía en vivir doble vida espiritual, queriendo, gozando y sufriendo por duplicado, sumando impresiones de esas que bastan para extinguir la vida. La criatura era como vela encendida por los dos cabos, que se consume en breves instantes. Y, en efecto, se consumió. Tendida en su lecho de muerte, lívida y tan demacrada y delgada que parecía un pajarillo, vinieron los médicos y aseguraron que lo que la arrebataba de este mundo era la rotura de un aneurisma. Ninguno (¡son tan torpes!) supo adivinar la verdad: ninguno comprendió que la niña se había muerto por cometer la imprudencia de dar asilo en su pecho a un corazón perdido en la calle.

ESTO PUDO SUSEDER EN LA RAMBLA DE MONTEVIDEO...CON MI CORASON ??

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Olivia07 ï¿½ El 27/04/2009 a las 14:13

hola, leyendo este cuento me da tambien para pensar si los hombres tienen corazòn..... depende del sexo con que se lo lea,

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Primeraluna ï¿½ El 27/04/2009 a las 14:39

Hola cielo interesante texto
pero tanto hay hombres sin corazon
que mujeres
un beso y feliz semana

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rikki_lovee ï¿½ El 27/04/2009 a las 15:17

hoola!
CHAN! mi nombree.... Emilia es mi nombre, pero esto no me paso a miii.. xq se ke mi corazon sige latiendo dentro de mi cuerpo....
o no?
pasa ii comenta
kisses kisses...!
baai!!

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patremita ï¿½ El 27/04/2009 a las 15:41

hola guacho q preciosidad de imagen y gran texto le acompañ impresionante amigo muakkkkkkkkkkkkkkkkkkk patri

Foto de Damadelaeternidad
Damadelaeternidad ï¿½ El 28/04/2009 a las 01:46

Necesitamos

Un detergente,
para quitar las manchas de las máscaras que usamos a diario.

Unas tijeras,
para cortar todo aquello que nos impide crecer.

Un pájaro,
para que nos enseñe a volar alto y cantar con libertad.

Un frasco transparente,
para conservar las sonrisas y sin tapa para escuchar su alegre sonido.

Unas agujas grandes,
para tejer sueños e ilusiones.

Un cofre,
para guardar todos los recuerdos que construyen y dan vida.

Un proyector de películas,
para recordar los momentos más felices en nuestras vidas.

Una balanza,
para pesar todo lo vivido y todo lo experimentado.

Un espejo,
para admirar una de las obras más perfectas de Dios...

¡TÚ!

Foto de diosadelpoderio
diosadelpoderio ï¿½ El 28/04/2009 a las 08:54

Hola cielo.

Vaya texto mas extraño, pero me sorprendio tus palabras finales, enigmáticas donde las haya.

Pasaba rápido para saludar, pero me he entretenido mas de la cuenta con el texto, que no he podido dejar de leer.

Un beso cielo, que tengas un bonito dia

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