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Biografía Hijo de Carlos Onetti y Honoria Borges, tuvo dos hermanos, uno mayor que él, Raúl, y una hermana menor, Raquel. En 1930 se casó con su prima, María Amalia Onetti. En marzo del mismo año la pareja viajó a Buenos Aires, su nueva residencia. El 16 de junio de 1931 nació su primer hijo: Jorge Onetti Borges, también escritor, fallecido en 1998. En 1933 se separa de su mujer y un año más tarde, de regreso en Montevideo, vuelve a contraer matrimonio, ahora con la hermana de María Amalia, María Julia Onetti. En 1939 es nombrado secretario de redacción del semanario Marcha, cargo que desempeña hasta 1941, cuando comienza a trabajar en la agencia de noticias Reuters. Ese mismo año, conservando el empleo en Reuters, viaja nuevamente a Buenos Aires, donde permanecerá hasta 1955. Trabaja como secretario de redacción de las revistas Vea y Lea e Ímpetu. En 1945 se casa con una compañera de trabajo en Reuters, la holandesa Elizabeth María Pekelharing. El 26 de julio de 1949 nació su hija Isabel María (Litti). A fines de 1955 regresó a Montevideo y comenzó a trabajar en el diario Acción; contrajo matrimonio por cuarta vez, con la joven argentina de ascendencia alemana Dorothea Muhr (Dolly). Fue encarcelado en 1974, durante la dictadura de Juan María Bordaberry, y el poeta español Félix Grande, entonces director de Cuadernos Hispanoamericanos, recogió firmas para lograr la liberación de Onetti. Al año siguiente viaja a España con su esposa, invitado por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, ciudad en la que finalmente fija su residencia. Cuando en 1985 la democracia regresa a Uruguay, el presidente electo, Julio María Sanguinetti, lo invita a la ceremonia de instalación del nuevo Gobierno; el escritor agradece la invitación pero decide permanecer en Madrid. Onetti muere el 30 de mayo de 1994, en una clínica de la capital española, ciudad en la que vivió 19 años, de los cuales pasó enclaustrado los últimos cinco años, sin salir prácticamente de su cama
Mañana será otro día
Juan Carlos Onetti
La lluvia había dejado las Ramblas casi vacías y sólo quedaba gente agrupada en el café encristalado donde, desde meses atrás, no la dejaban entrar.
La Sonia, de pie en el portal de la casa vacía, vio que la lluvia pasaba fatigada, amansa llovizna, la vio cesar mientras crecía el frío del viento, y pensó que aquello era un signo de buena suerte. Un poco más lejos, del otro lado del ancho paseo, las luces de la ciudad comenzaban a encenderse. Empezaba la noche y respirando el aroma tristón de su abrigo mojado, la Sonia pensó que también empezaba la esperanza. Sonrió, sin creer de verdad, como una niña a la que le recitaban un cuento ya oído e inverosímil.
Volvió a tantear la rizada peluca rubia y con gran cuidado- tenía las uñas muy largas- fue estirando las medias caladas que sostenía el portaligas.
Volvió a sentir hambre y recordó que tenía un sándwich de jamón en el bolso. Pero no podía estropear el dibujo de boca que se había hecho con el rouge y con tanto cuidado. También recordó que hasta fin de mes estaba en orden con la policía y se obligó a caminar, acercándose al borde de las aceras para sonreír a los coches, mover las caderas y detenerse fingiendo buscar algo en la enorme cartera. Pero nada, nadie, y sin dinero para probar suerte en los bares donde todavía le dejaban entrar.
Era la noche y después fue la madrugada en el barrio sucio de la gran ciudad. Y Sonia, ya sin hambre, casi sin esperanzas continuaba caminando sobre el dolor de los tacones de aguja.
Se repitieron los diálogos breves con los hombres que pasaban.
Vamos. ¿Vienes?
Que te den por saco.
Eso quiero. También yo te puedo dar si quieres enterarte.
Hombres y hombres y su asco por ellos. La luz limpia amenazaba llegar desde el puerto y las otras se iban apagando. Subió las escaleras pisando con las caras medias de seda. Abrió la puerta manchada ¿Cómo te fue?
Como la mierda, nena. Estoy hambriento. Creo que teníamos una lata de sardinas y quedó pan del desayuno.
El chico, moreno y flaco se levantó de la cama y se puso a revolver el armario; dijo con voz de mimo y queja:
Todavía no me besaste.
Ahora.
Frente al espejo la Sonia se quitó la peluca y se acarició las mejillas.
Otra vez barbuda.
Después se desnudó y estuvo mirando los pechos hinchados con parafina y el sexo que le colgaría tembloroso e inútil hasta después de las sardinas.
bonito parque
Tiemblan mis manos
Mis letras quieren gritarlo todo
No quiero callar lo que sufro y lloro
Al desnudo mis sentimientos en este verso desesperado.
Mi inspiración ya no es la misma
Me escondo en los rincones de mi pensamiento
Ansiosa de sus caricias... y del día que me diga te amo
Pero parece que yo soy una mas que pasa desapercibida.
Siento agotarce el tiempo entre suspiros acortados
Corre el amor por los espacios vacíos de mi cuerpo
Entre calladas preguntas sin respuestas intento ver la realidad
Mientras vivo momentos inolvidables y hermosos a su lado.
Talvez nunca llegue a ser esa mujer que busca entre la gente
El ayer que es ya en su vida un fantasma que le persigue
Aquellos besos que dice haber olvidado aun están vivos en su boca
Y yo muriendo amnésica de amor por este hombre.
Intento desnudar su alma con amorosas palabras
Y como a una fiera lastimada quiero lamer sus profundas heridas
Liberarlo de esa cárcel que le tiene preso y temeroso.
Hola cielo interesante
biogafia
un beso y feliz fin de semana
Hola guacho.
Ando sin tiempo, estoy en la recta final, de un trabajo que me desborda, pero que como todos los años, finaliza el 20 de julio, así que contando los dias que estoy.
Besitos, que tengas un bonito dia