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Cuando comenzó la doma, Odilio y su pingo parecían una ola de mar en tierra seca. Eliberia los miraba y sufría. Ya el hijo brincaba en sus entrañas.
-Quedáte quieto vos. Al menos vo no me des la contra.
El Odilio no era hombre de perder, pero ese pingo se las traía como los toros que salen al ruedo en las plazas de Madrid. Porque no sólo tiene rodeos España, que nosotros también y de los buenos.
-Vas a ver Eliberia. Hoy me gano la tenida del chango en la domada.
Pero ahora estaba allá arriba, en medio del arco en que el tostado transformaba el lomo. El, su fuerza y su destreza.
Para eso si, pero para hacerme el gusto de vivir solos en las casas, para eso no tenés garra.
-Mañana Eliberia, mañana se lo digo.
En la casa, debajo de la galería en forma de u, sentado en la silla baja de siempre, está don Ruperto. Mira lejos, hacia más allá del modesto molino ubicado al costado del campo.
Odilio se acerca a éste. don Ruperto, le dice:
-Olvidó cerrar el molino, mi hijo.
-Para qué se aflige si eso ya no es cosa suya.
-Decía nomás.
-Escuche tata, yo quisiera hablar largo con usted...
-Ya sé que el girasol está crecido y el precio que le han fijado es de los buenos, según dicen.
-No; es otra la cosa que quiero decirle...
-Me dijo el Eustaquio que no hay compradores.
-Déjeme hablar, tata. Es de la Eliberia que quiero hablarle. Ella va a tener un chango cuando llegue el verano, y entonces...
-Más trabajo pausté, mhijo, ya lo sé.
-Pero -La pucha que es bravo decirlo- Claro que voy a tener más trabajo, pero piense que el chico por ay llora y usté..
El sol calienta la sienta.
-Por hoy no hablemos más, mhijo. Sólo por hoy le pido. Mañana con la fresca será más fácil.
Una bandada de partos cruzó no tan alto por el cielo.
-Es que Eliberia...
-Las mujeres de siempre apuran Odilio, pero paeso está uno, ¿sabe?, mañana la seguimo; hágame caso, por favor, mhijo, mañana con la fresca, sabe.
Como de plomo fue cayendo la noche.
-Mañana se lo digo, Eliberia.
-No te creo, ¿sabés? A vos lo único que te importa es el viejo, y él se hace el distraído.
-Es mi tata, al fin, no.
-Y yo qué, a ver, decime.
A la mañana siguiente, Eliberia cumple con el rito del mate como todos los días: primero a Odilio, después a don Ruperto. Odilio, en tanto, sale sin premura del cuarto con olor a nido. En eso escucha decir a su mujer:
-El tata no está en el cuarto ni en la galería; tampoco en el gallinero lo pude encontrar.
No fue larga la búsqueda. Sentado en su silla baja, debajo del paraíso grande, junto a la puerta misma del galpón de los carruajes, estaba don Ruperto. Ahí nomás, él, y la maleta amarronada del año de su casamiento.
-Qué hace tata.
-Ya lo ve: estoy listo. Vio que no era tan difícil la cosa. A todo hay que darle tiempo para que caiga maduro. Apriéndaselo bien, mhijo. Y ahora vamos. Ah, Eliberia, eso si, se lo pido, cuando llegue el chango, no deje de llevarlo paque lo conozca. Dicen que allá, donde la vida es un resto, todos tienen fotos de los nietos y de los hijos. Un poco con las fotos y otro poco con los recuerdos, de seguro que todo me será más fácil.
La mañana se hizo un nudo que creció con las horas. Odilio de callado agradeció a su tata, tanta comprensión, en tanto en la cuenca del alma le crecía un cardo. Le miró el vientre a la Eliberia con largura y deseó con fuerza, que ese, el que esperaba, no fuese tan flojo como él. Después, un latigazo al tobiano y el sulky se fue perdiendo, camino a la ciudad.
PrimerA!
woolis!
jaa!
ke boonita la picc, ajajaja! pobre señor! akajajakaaj!
em..!
bn ~~_!
pasa ii coomenta daale!?
:)!
kisses kisseS!
byE!
Hola cielo bonita historia
un beso de Luna
Hola cielo
Siempre deleitándonos con maravillosas narraciones, pero hoy esa imagen del caballo, me parece increible. Me encantan los animales, son hermosos en todas sus manifestaciones.
Gracias por los poemas con los que adornas mi espacio a tu paso.
Besitos, cielo, que tengas un bonito dia