var isMobileBrowser=false;
La música
Una larga mesa de amigos, en el restorán Plataforma, era el refugio de Tom Jobim contra el sol del mediodía y el tumulto de las calles de Río de Janeiro.
Aquel mediodía, Tom se sentó aparte. En un rincón, se quedó tomando cerveza con Zé Fernando. Con él compartía el sombrero de paja, que lo usaban salteado, un día uno, al día siguiente el otro, y también compartían algunas cosas más.
--No --dijo Tom, cuando alguien se arrimó--. Estoy en una conversa muy importante.
Y cuando se acercó otro amigo:
--Me vas a disculpar, pero nosotros tenemos mucho que hablar.
Y a otro:
--Perdón, pero aquí estamos discutiendo un asunto grave.
En ese rincón aparte, Tom y Zé Fernando no se dijeron ni una sola palabra. Zé Fernando estaba en un día muy jodido, uno de esos días que habría que arrancar del almanaque y expulsar de la memoria, y Tom lo acompañaba callando cervezas. Así estuvieron, música del silencio, desde el mediodía hasta el fin de la tarde.
Ya no había nadie en el restorán cuando se marcharon los dos, caminando despacito.
La cumbre
Cada día, día tras día, repetían el viaje. Volvían de la escuela pedaleando, Alon en su bicicleta verde. Tzviki en su bicicleta roja, por el camino entre los árboles, y el sol corría con ellos por detrás del follaje.
Al fin de la llanura, donde empezaba la montaña, se tomaban de la mano, Alon, alzado en los pedales, se afirmaba con todo, y el envión lanzaba a Tzviki cuesta arriba. Entonces Tzviki extendía la mano y daba impulso a Alon. Y así iban subiendo. Cada uno creaba un viento que empujaba al otro, y de viento en viento, de mano en mano, llegaban a la cumbre.
Llegaban jadeando, cuando ya no daban más. Montados en sus bicicletas, se quedaban un buen rato allí. Sin soltarse las manos, contemplaban los valles de Jerusalén, que se extendían, luminosos, allá abajo, y ninguno decía nada.
Han pasado los años. La misma vieja bicicleta verde sigue acompañando a Alon Raab, ahora él vive muy lejos de aquellos parajes, pero pedaleando siente la misma música del viaje en el viento. Y Alon se pregunta qué será de su amigo Tzviki, que nunca más se supo, y qué será de aquella montaña, o cerrito nomás, que allá en la infancia supo ser el pico más alto del mundo.
Hola Gaucho.
Ya me imagene que el chiste era precisamente el título.
Pues si ya he vuelto a las andadas, aunque para serte sincera, despues de tanto extres y tanto agobio, ahora que ando mas libre y con mas tiempo, me encuentro desganada, ya sabes el bajón que llega despues de andar a 1000, tu como atleta entenderas lo que te digo.
Bueno, supongo que ya ire tomando el ritmo de nuevo.
El texto, como siempre muy interesante.
Besitos, que tengas un bonito dia
Hola que tal gracias por pasarte
lindo mensaje...
Linda vista por cierto
besos
cuidate
bye
Hola vecino:
Me encanta como escribe Eduardo Galeano, acabo de subir algo de el en mi espacio.
Besitos
Gracias por tu visita.
Con este breve pensamiento de Séneca paso a dejarte mi cariño.
“Los que saben mucho se admiran de
pocas cosas, y los que no saben nada
se admiran de todo.”
Te deseo un feliz día y te envió un lindo beso....
LOLA