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MANI AMAZO NICO COLOMBIANO, SEMILLAS
Lo que más atrae a Edinson Fajardo Cuéllar del sacha inchi es la regularidad con la que puede cosecharlo. “Es más o menos como la coca, que da un margen de recogida cercano”, dice. Además, este campesino asegura que dedicarse a su cultivo no implica mucho esfuerzo o costos procesos de producción, lo que le significa menos inversión y más ingreso en comparación a los ilícitos. Su finca está ubicada en la vereda El Sereno, a dos horas de Florencia (Caquetá) por vías destapadas. El sector hace parte del corregimiento Orteguaza, uno de los de mayor aislamiento geográfico en la región y donde el conflicto armado tuvo impacto.
El sacha inchi —una semilla similar al maní, el cacahuate o la avellana— comenzó a ser conocido en Caquetá desde 2015 como una alternativa a la coca, especialmente en zonas afectadas por la guerra. Con este producto amazónico se puede fabrica aceite de cocina extra virgen, harina, suplementos alimenticios y cosméticos. Sin embargo, solo se promovió el cultivo sin considerar a corto plazo su transformación y comercialización. Y aunque se habló de exportarlo al Perú, la idea ha tenido varios tropiesos por cuenta de la falta de capital y la inexistencia de una cadena productiva.
Pero en Florencia existe una asociación que impulsa este negocio. Se trata de Agrosolidaria, que cuenta con 11 organizaciones dedicadas a la agricultura y que empezó a construir una cadena productiva para el sacha inchi, con la participación de tres asociaciones de campesinos que se especializan en esta planta amazónica. Son por lo menos 20 familias de las zonas rurales de la caquital caqueteña las que siembran, cosechan y transforman la semilla en aceite, que finalmente venden. En el mercado, una botella de 250 militros cuestra entre 30.000 y 70.000 pesos.