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Emma acaba de hacer sus largos matinales, empleando sin cesar su energía, piscina arriba y piscina abajo, mientras Cleo la cronometra. Es una tarea tediosa pero Cleo se ha ofrecido voluntaria. Mientras Emma se seca Cleo sugiere que cojan una película pero Emma está decidida a ir a la playa. La playa y Cleo no hacen buenas migas. Por mucho que Cleo trate de convencer a Emma de que una película es una mejor opción, Emma está decidida. A regañadientes, Cleo se borra del plan.
Más tarde, Cleo, camino de casa, va deambulando por el puerto deportivo. Advierte que el chico malo del barrio, Zane Bennett, está tratando de arrancar su cara lancha zodiac. No está teniendo mucha suerte y, aunque no es precisamente un ser agradable, el tierno corazón de Cleo siente pena de él. Cuando le pide que le ayude, ella acepta.
Pero Zane quiere que ella suba a bordo para que le pase una llave inglesa; no tiene las manos libres. Cleo se resiste mucho a la idea: el agua le da miedo. Sin embargo, Zane tiene un piquito de oro; su mejor arma es su encanto y acaba convenciendo a Cleo para que suba al bote.
Cleo oculta su cabeza en el motor para ayudarse a superar el miedo. Inmediatamente cae en la cuenta de que falta una bujía, pero cuando se da la vuelta para decírselo a Zane, ¡ve que la zodiac ya no está amarrada al muelle! Ella se aleja flotando y Zane se ríe desde tierra firme. Le dice que de todas formas estaba harto de la zodiac y que ha logrado que su padre le compre un barco más grande. ¡Si consigue ponerla en marcha, puede quedársela sin cumplidos! Cleo está aterrorizada mientras la barca flota a lo largo del muelle camino de mar abierto.
Cuando Cleo está a punto de desmoronarse presa del pánico, una figura salta del último barco amarrado al muelle y aterriza en la zodiac. Es Rikki, la irritable nueva chica, la que parece no querer hacer amigos desde que llegó a la ciudad. La solitaria.
Cleo le dice que no debía haber subido a bordo. Ahora las dos se alejan flotando y Cleo está ca