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Las acuarelas de Ivonne Tejerina exhiben bodegones mínimos, evocando el poder de la aguada en un entorno sutil y sensual, en el que los objetos de cristal, jarrones, copas y fruteros predominan, mostrando frutas, zumos de fruta y pétalos de flores como nota de color.
La evocación de lo sugerido manda en el complejo sentimiento de que lo que presenta es sugerente porque es bello y la belleza descansa en los recovecos de los detalles del alma. Así, alma, determinación cromática, desarrollo compositivo y espacio se funden en un discurso que huele a música perfumada de las fragancias cromáticas.