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Presenta obra urbana, muy colorista, en la que el color y la forma conforman una composición matérica, elaborada en acrílico sobre madera, exhibiendo escenarios donde la persona, los grupos de seres, las alegorías del enjambre humano, la determinación de la acción, calles transitadas, coches y velocidad, pasos cebras, el metro, tren eléctrico y otros medios de transporte coinciden en un medio donde el gesto y la fluidez domina.
Su intención es captar la energía del momento, el instante fugaz, la rapidez del segundo, la acción, mediante el color, sin renunciar a la materia, en obras pictóricas cálidas, expresivas, de gran contraste, en las que no hay concesiones a ninguna estética fácil, sino a una actitud plástica comprometida con el medio.
El resultado es una obra dinámica, en la que domina la agilidad visual, sin menoscabo de la estructuración, de la presencia de entornos geométricos, gestuales, veloces en sí mismos.
Capta la velocidad de los edificios, la rapidez de las personas, del cronópio, ese habitante de las grandes urbes que se diluye con el paisaje general de otros cronópios, pero, en este caso, sin renunciar al color que le da una actitud más profunda, en el sentido de constituir un homenaje a la existencia.
Presenta obra urbana, muy colorista, en la que el color y la forma conforman una composición matérica, elaborada en acrílico sobre madera, exhibiendo escenarios donde la persona, los grupos de seres, las alegorías del enjambre humano, la determinación de la acción, calles transitadas, coches y velocidad, pasos cebras, el metro, tren eléctrico y otros medios de transporte coinciden en un medio donde el gesto y la fluidez domina.
Su intención es captar la energía del momento, el instante fugaz, la rapidez del segundo, la acción, mediante el color, sin renunciar a la materia, en obras pictóricas cálidas, expresivas, de gran contraste, en las que no hay concesiones a ninguna estética fácil, sino a una actitud plástica comprometida con el medio.
El resultado es una obra dinámica, en la que domina la agilidad visual, sin menoscabo de la estructuración, de la presencia de entornos geométricos, gestuales, veloces en sí mismos.
Capta la velocidad de los edificios, la rapidez de las personas, del cronópio, ese habitante de las grandes urbes que se diluye con el paisaje general de otros cronópios, pero, en este caso, sin renunciar al color que le da una actitud más profunda, en el sentido de constituir un homenaje a la existencia.
Sus personajes urbanos son seres sin rostro, sin características que los identifiquen de una manera clara como individuos considerados como unidades con personalidad, sino que forman parte del contexto general, en el que la calidez en la impersonalidad predomina.
Su obra es una combinación extraña, de atmósferas singulares, contrastadas, singulares, sensuales..., donde la dinámica del momento es energía que transforma otras formas. Todo confluye en contextos en los que predomina la capacidad de ver más allá, donde un estreno de cine se convierte en un acontecimiento mundano y un paseo o viaje con un tren eléctrico es una aventura, que todos entendemos cotidiana, pero que, en sí misma, es peculiar.
Tiene la peculiaridad de captar lo que va más allá de las circunstancias, introduciéndose para ello en la propia circunstancia, en la dinámica de la anécdota, en la posibilidad de entender que la anécdota es la propia dinámica de la vida.
Pero... no hay anécdota que valga, todo es sincrónico, está interrelacionado, son sistemas que existen y coexisten, con sus energías, materias y formas, con su peculiar manera de ser inteligentes e inteligibles, de ser coherentes y, a la vez, ir más allá de lo que representan.
Hay un cierto simbolismo entremezclado con la expresividad vibrante del color en los paisajes urbanos de Martín Soubiate que nos impulsa a viajar a mundos envolventes en los que todo es realidad pero también variación alegórico-urbana, donde el cuento empieza cuando se acaba lo gris.
Presenta obra urbana, muy colorista, en la que el color y la forma conforman una composición matérica, elaborada en acrílico sobre madera, exhibiendo escenarios donde la persona, los grupos de seres, las alegorías del enjambre humano, la determinación de la acción, calles transitadas, coches y velocidad, pasos cebras, el metro, tren eléctrico y otros medios de transporte coinciden en un medio donde el gesto y la fluidez domina.
Su intención es captar la energía del momento, el instante fugaz, la rapidez del segundo, la acción, mediante el color, sin renunciar a la materia, en obras pictóricas cálidas, expresivas, de gran contraste, en las que no hay concesiones a ninguna estética fácil, sino a una actitud plástica comprometida con el medio.
El resultado es una obra dinámica, en la que domina la agilidad visual, sin menoscabo de la estructuración, de la presencia de entornos geométricos, gestuales, veloces en sí mismos.
Capta la velocidad de los edificios, la rapidez de las personas, del cronópio, ese habitante de las grandes urbes que se diluye con el paisaje general de otros cronópios, pero, en este caso, sin renunciar al color que le da una actitud más profunda, en el sentido de constituir un homenaje a la existencia.
Stella Sidi, en su serie titulada Amores Prohibidos, realizada en lápiz sobre papel y en esgrafiado y pastel, muestra relatos de la historia universal, sobre relaciones no autorizadas.
Emplea la figura femenina como referencia central, presentándola estilizada, sutil, insinuante, buscando la sensualidad, la pose adecuada, encuadrada en lo sugerente. Refleja mujeres solas, que se adivina captadas en situaciones y con personajes extravagantes, viejos, misteriosos o bien con seres impensables, emplazadas de una forma u otra, según sea su composición y la correspondiente alusión que lleva implícita.
Meticulosa, elabora sus personajes con suma delicadeza y precisión, permitiéndose varias licencias pictóricas históricas, citando a De la Croix o Tiziano, entre otros pintores.
Realiza un recorrido simbólico a través del amor, entendido con letras mayúsculas, fomentando su comprensión, porque al mostrar los denominados amores prohibidos, está reafirmando la vigencia del mismo en todo momento, sin importar persona o circunstancia.
Amor a solas, amor y sexo, relaciones amorosas en las que entra todo, desde la actitud sensual, pasando por la potenciación del sexo como elemento carismático de unión, el amor desinteresado y al margen de diferencias sociales y edad.
El amor, si nos adentramos en el verdadero significado del mismo, significa estar iluminados, ser elementos y seres de luz que se hallan en transformación continua, en todo momento y circunstancia.
Stella Sidi posee la determinación adecuada para verificar la madurez del amor, desarrollando con ironía y claridad, pero, a la vez, con toda naturalidad, amores prohibidos, personificados en mujeres, en composiciones sutiles, cuidadas, donde el dibujo predomina, el color es secundario, el detalle determina y la composición posee una alegoría de fino alcance, que define la belleza de una obra que no renuncia a la historia pero que su temática forma parte del patrimonio universal.