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Este amor que se va, que se me pierde,
esta oscura certeza de vacío:
mi corazón, mi corazón ya es mío
sin nada que le implore ni recuerde.
De pronto, vuelve a ser un fruto verde
sin madurez, ni aroma en el rocío:
ay del que quiere apresurar su estío,
ay de aquél que lo besa o que lo muerde.
Yo sé que algo persiste, todavía.
Pero no existen ya ni la alegría
ni la embriaguez radiante ni la lumbre
ardiendo en la mirada y en los labios.
Ni exaltación ni búsqueda ni agravios:
apenas una cálida costumbre.
Este miedo de ti, de mí... De todo,
Miedo de lo sabido y lo entrevisto,
Temor a lo esperado y lo imprevisto,
Congoja ante la nube y ante el lodo.
Déjame estar. Así No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
Cómo acerca el temor: aún me resisto
Pero me lleva a ti de extraño modo.
Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
O como un lerdo vértigo rugiente.
Me darás lo más dulce y más amargo:
Una breve alegría, un llanto largo...
Sé que voy al dolor. Inútilmente.