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Pinos canarios
Hoy es sábado. He dispuesto pasarme el día en mi colina, tranquilo, dejando de lado las preocupaciones y la labor cotidiana . Sólo subo con un ligero equipaje, una mochila con agua y algo de fruta.
El día es luminoso, cálido, desde temprano el sol estaba radiante. Una ligera brisa refrescaba el ambiente.
Me siento al lado de un árbol, un pino canario. Percibo sus latidos, me imagino la savia que corre por sus vasos conductores, el alimento que transporta, el agua y minerales.
Me imagino que es un pino muy longevo, tiene el tronco muy grueso y unos treinta metros de altura.
Le hablo con cariño, él me escucha agradecido. Lo noto más frondoso, más verde, más radiante, como si fuera el efecto de mis palabras.
Me acuesto un rato a su sombra, siento un fresco muy agradable. En las altas ramas observo las piñas verdes que se convierten en marrones con el paso del tiempo. Recojo del suelo una de éstas, la toco, su textura es suave; la huelo, huele a campo, a pino, al polvo del camino.
De esta forma permanezco horas, en pleno contacto con la Naturaleza. Me siento muy tranquilo, feliz, absorto tomando la energía del Universo.
Avanzada la tarde, empieza a refrescar, y yo, con los pulmones limpios por el aire puro del campo y mi alma purificada por las inefables sensaciones de bienestar, de paz y de comprensión con el medio, decido bajar de la montaña mágica y volver a la realidad cotidiana, pensando en no dejar la esencia de la Naturaleza que llevo impregnada en mi corazón.
Hoy fui muy feliz en mi colina mágica.
Vista del volcán y lago Villarrica, desde La Poza, Pucón.
Foto Juan Antonio, 12 de septiembre de 2008.
Paisaje del borde del lago, por La Poza, en Pucón.