var isMobileBrowser=false;
No fue la típica historia de alguien que perdió el tren. Ese que dicen solo pasa una vez en la vida.
No, no y no. Porque de ser así, hubiera cogido un autobús o un avión, un globo, una moto, una bicicleta, un patinete o un platillo volante. No...Simplemente se fue. Se marcho, sin importarle la lluvía ni el frío, quién y que dejaba atrás.
Huyó por el punto de fuga. Y ante eso...ante el miedo atroz de ser feliz, lo único que acertó a hacer fue susurrarle (tan bajito que seguramente ni le escuchó) : Bon voyage, mon amour!!!
Desde el asiento trasero de un coche una noche típica de febrero