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Varios años después volví a buscarla al mismo sitio donde la conocí. Seguía habiendo niebla pero no había ni rastro de ella. No sé en que pensaba si ella no me esperaba. Había llegado su momento de emigrar, de buscar otras aguas, otros parajes, otros brazos donde empezar de nuevo.
Tras la desesperación, la impotencia y la rabía por haberla dejado escapar, la imaginé alzando el vuelo, libre, dejando tras de sí todos sus recuerdos, sus sueños, sus deseos en forma de flor y sonreí.Pensé, que si había algo de lo que, sólo ella era capaz, era de anticipar la primavera en contraste con este invierno interior en el que estaba inmerso.
Amanecer en Osona.