Todos en algún momento reflexionamos acerca de nuestra existencia en este mundo, y nos hacemos las preguntas básicas ¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy? ¿De donde vengo?, quizá con estilo propio y en etapas diferentes de este milagro que nosotros llamamos vida.
Si observamos detenidamente la dinámica del universo nos daremos cuenta que en efecto, la vida es un estado único de la materia, ya que todo, absolutamente todo tiende al desorden entrópico. La vida en sí, es un fenómeno que rehúsa a caer en tal desorden, ya que por un periodo de tiempo mantiene funcionando de manera constante y en equilibrio todos los componentes que le permiten preservarse. Sin embargo, nada ni nadie escapa de las leyes del universo… y ese estado especial vuelve a su forma basal que es el desorden, pero… ¡Que maravilloso es tener el privilegio de saberlo! y tener conciencia que éste es tan inmenso que nadie en este planeta haga lo que haga puede cambiar su rumbo. No puedo dejar de llevar a mi mente este tipo de pensamientos cuando escucho la canción “Dust in the wind” de Kansas… la realidad es que en el espacio y lo que definimos como tiempo en términos antropocéntricos, probablemente podría representarse nuestra existencia con mucha suerte y en términos matemáticos como una cifra decimal antecedida por millones de ceros. Por ello, los “problemas” de toda índole que en ocasiones hacen de nuestra existencia algo inaceptable, si son comparados con la magnitud del universo… no son nada. La vida es un caso especial, y es muy corta, tiene que vivirse con ímpetu, con motivación, y sobre todo con convicción. La vida es tan frágil que en cualquier momento perece, por ello es importante gozar cada momento como si fuese el más importante y último de nuestro paso por este mundo… debemos vivirla sin temores, quizá remordimientos habrá, porque no pueden ser perfectas las cosas y nos equivocamos constantemente…, la mejor forma de enfrentarse al miedo es dándole la cara. ¡¡¡¡¡¡En hora bueno he ven
... Ahora en el silencio de la noche me vuelvo a encarar con mi pasado... no puedo evitar pensar y vuelvo a encender el kinké de las emociones... emociones incontroladas, recuerdos que se entremezclan con lágrimas.
La impotencia de ver como se me escapa de mi vida todo aquello que amo, esos seres que nunca más volverán y un sin fin de cosas que de la misma manera que aparecen, se esfuman sin poder hacer nada por evitarlo ¿o quizás sí?...
Hoy, ahora, en este instante, en mi soledad... dejo que ese caparazón que uso día a día caiga a mis pies; me miro al espejo y veo en mis propios ojos esa tristeza que trato de esconder, necesito descargar mis emociones y dejar que mi tormento huracanado me envuelva... pero a veces noto como me dejo llevar... ¡me arrastra! Es cuando realmente me asusto de todo e intento poner fin... ¿o no?... a veces ya es tarde, y mi mente se vuelve tumultuosa... todo se vuelve contra mí, algo me grita una y otra vez...
"¿Que has hecho? Cuantos errores cometidos, mi insensatez, mi egoísmo... y que por mi culpa muchos seres queridos han sufrido y los he arrastrado conmigo a este túnel sin luz, a este laberinto que es la vida, a la tristeza"... ¡No es justo!
Es ahora en estos momentos cuando me planteo que cosas buenas puedo ofrecer a mis hijos, a mis amigos... porque es lo único que me queda... y no hallo respuesta alguna.
... Ya es tarde, es... como si una película pasara a gran velocidad por mi mente, "es mi propia vida" "todos mis errores"... todo es agridulce... y un dolor se apodera de mí, nada ni nadie puede hacer nada... es mi dolor. Sé que suena duro... más cuando soy yo la que siempre ha dicho hasta la saciedad que hay que compartir tanto lo bueno como lo malo... y me consta que debo aprender a recibir, a aceptar... pero me refugio en mi caparazón y me aparto... quizá a lamerme mis propias heridas...
Sigo divagando por el cosmos de los sentimientos, buscando sin buscar, y sin saber que quiero, pero eso sí, cada día que pasa
Esta como todas las anteriores, son imagenes vivas de Canada
Vida, cuéntame un cuento de los que cuentas a los bebés para que duerman tranquilos…
Vida, acaricia mi mejilla con una rosa blanca y dulce cuando veas en ella una lágrima salada.
Vida, cuéntame un secreto de duendes y seres invisibles del bosque cuando mi realidad sea demasiado dolorosa.
Vida, regálame dulces de chocolate y ambrosías de néctar de frambuesa cuando veas que se me ponen los pelos de punta.
Vida, méceme en tu mecedora de madre buena y cuidadosa cuando necesite de tu amor.
Vida, quiéreme tanto que nada más necesite, que esté colmada, que nada añore, que todo esté cumplido.
Vida, ámame, nunca dejes que me sienta sola, abandonada, con desamor o desatendida.
Vida, cuéntame historias sabias que me ayuden a vivir, alrededor del fuego encendido, en la paz de mis noches.
Vida, vida, vida, amable, tierna, delicada y buena…
¡CUÍDAME SIEMPRE MUCHO!
