A CUESTAS CON LA VERDAD

La verdad es una virtud sobrevalorada. La gente la tiene como virtud absoluta,  pero basta con reflexionar un poco para darse cuenta de que no sIempre es más deseable ni tampoco preferible a una mentira. La verdad hiere. La verdad duele, la verdad mata, incluso. Si Dios no nos ha dado la posibilidad de acceder a los pensamientos de los demás será por algo. ¿Quieres tú saber lo que realmente piensan otras personas de ti? ¿Te gustaría enterarte de la pequeña delestealtad o del frívolo comentario que puede haber hecho un buen amigo sobre tu persona? Yo contestaré por ti: por mucho que todo el mundo píe diciendo que prefiere saber, no es cierto. Como tampoco es del todo cierto que la verdad nos hará libres, según dice el Evangelio. En no pocas ocasiones acabamos siendo rehenes de nuestras incómodas verdades mientras que, en otras, directamente nos hacen muy antipáticos a los ojos de los demás. ¿Quién quiere oir ciertas verdades? ¿o es que tú no tienes horror de esa gente que va por ahí trompeteando: "Lo siento, pero yo no tengo pelos en la lengua"? Sí, no me digas que no. Tras una declaración de esta índole, lo que suelen soltarte acto seguido - y sin anestesia además- es una bordería, cuando no directamente una maldad.

(Carmen Posadas:  El misterioso caso del impostor del Titanic)

EStas reflexiones sobre la verdad las pone Posadas en boca de Emilia Pardo Bazán que actúa como investigadora en un caso muy interesante de "posible" suplantación de identidad de un superviviente del famoso naufragio, que aparece diez años después de haber sido dado por muerto. Como se ve, hay ahora entre los novelistas una cierta "moda" de utilizar a escritores del siglo pasado como una especie de detective como en el caso de Unamuno en la novela de Jambrina. 

Doña Emilia aquí se debate, y lo dice así a su acompañante, entre la necesodad de decir siempre la verdad, caiga quien caiga, y la de no llegar a ciertos extremos porque se puede hacer mucho daño a quien se le dice. Estoy de acuerdo con ella en eso que la verdad está sobrevalorada y que no se la debe considerar una virtud al pie de la letra. Y es cierto que si supiéramos lo que en realidad piensan de nosotros los amigos, nos llevaríamos un buen disgusto. Y sobre todo, coincido plenamente en que quien dice que no tiene pelos en la lengua, lo que anuncia es que va a soltar una bordería o maldad. Otra cosa es el mentiroso, del que debemos huir simpre. Una vez que se le ha pillado en una mentira, cuidado, porque vendrán más. Pero ya tendrá su castigo porque su castigo  es no ser creído, aun cuando diga la verdad.

Y sobre todo me quedo con esta cita de LIncoln tan conocida pero aplicable siempre: "Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos". No os engaño con este contraluz de las torres de la Catedral, eso es así, pero que os guste o no, es otra cuestión.

Besos.