AL VERLAS VENIR

Charles Péguy afirmaba en un pasaje de Clío que la gran desgracia de los dioses del Olimpo y el secreto de su incurable melancolía radicaba en que no pueden morir ni envejecer siquiera. También en el empeño humano de rehuir la muerte, en el anhelo de preservarnos jóvenes hay una abominación terrible que hace que nuestra vida sea contraria a la verdadera vida, acuciada por preocupaciones insensatas que no hacen sino enfermarnos de melancolía. Sólo hay una manera de derrotar a la muerte, que es tomándola por los cuernos, aceptándola alegremente y desechando la idea de una prolongación indefinida de nuestro tiempo en la tierra; y el mejor modo de desechar tal idea es asumir el deterioro de nuestro cuerpo. Hay que amar el cuerpo sobre el que esta vida se asienta, como el río ama su cauce y sus riberas, sabiendo que le conducen a la desembocadura, que es la muerte. Sólo así podremos concebir el mar inmenso que nos acogerá en esa desembocadura; pues quien se aferra desesperadamente a las riberas, acaba perdiendo de vista el mar, enfermo de melancolía para siempre.

(Juan M. de Prada)

El paso del tiempo, ese irrefrenable hecho que a todos nos afecta y contra el que no se puede luchar. Así que lo mejor es lo que propone de Prada, agarrar el tema por los cuernos, asumirlo y procurar aceptar los cambios que vaya dejando en nuestro cuerpo. Si no puedes vencerlos, únete a ellos. Y procurar aprovechar los días sobre todo pensando que nunca vamos a ser más jóvenes que hoy. Somos tan vanidosos los humanos que pensamos que tras nuestro paso por el mundo no quedará nada de lo que nos rodea. Gran error. Nadie es imprescindible. 

No nos quedemos mirando por la ventana, por muy hermosa que sea y muy bonito el panorama que se contempla del otro lado. 

Besos.