DE BAÑADORES Y PLAYAS

Sopla una suave brisa en la piscina, y los niños y sus carreras y gritos y chapuzones todavía no han invadido el recinto. Marie France lleva un bañador blanco con flores blancas adamascadas y un gorro de baño también blanco, con áncoras en relieve. Compró el traje de baño en 1978 en un mercado en Niza, y el vendedor, un búlgaro muy simpático, le dijo que nada como el color blanco para resaltar el bronceado y que con su figura y su pelo rubio parecería Grace Kelly. Más tarde, al llegar a casa y probárselo ante el espejo, se sintió efectivamente como Grace Kelly y supo que el vendedor había tenido razón. De puntillas avanzó varias veces hacia el espejo, simulando una pasarela de moda, mirando hacia él por encima del hombro e imaginando que Cary Grant la miraba desde un balcón del gran hotel de Montecarlo.

Esa tarde se sintió a gusto en su piel y muchas veces, en años posteriores, en momentos de dolor y tristeza o cuando se sentía especialmente vulnerable, esa imagen del día que se probó el bañador caminando de puntillas le volvía a la mente como un manto envolvente y confortable.

(Isabel Coixet)

Precioso este relato de Coixet tan veraniego como la foto  que lo acompaña. El glamour que pueda tener un traje de baño que no bañador, se contagia a la persona que lo lleva. No siempre se puede ser Grace Kelly pero si el atuendo te puede ayudar a algo, bienvenido sea.

Dicen que la operación bikini acaba el primer día que te lo pones en público. Pus lo mismo para la operación bañador. Si miras alrededor no eres la peor de la playa, eso seguro.

Un beso.