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Siempre he sido muy sensible al ridículo, tanto propio como el que veo en los demás. El sentido del ridículo propio es un arma de doble filo; por un lado evita a uno hacer el canelo, pero por otro puede resultar paralizante, sobre todo cuando se es tímido y necesita ese puntito de arrojo para afrontar situaciones que los más despachados superan con soltura. En cambio, ser capaz de ver la ridiculez ajena siempre es útil y redentor. Dickens, en una de sus novelas, por ejemplo, relata cómo un pobre contable encontró la manera de sobrevivir a eso que ahora llamamos ‘acoso laboral’. Recrearse en la ridícula ensaimada capilar que su jefe entretejía sobre su cabeza y que pegoteaba a su calva con cierto unto que hacía que orbitasen sobre ella como planetas varias moscas verdes y gruesas. Decía La Rochefoucauld que si en un hombre no aparece un lado ridículo es que no hemos mirado bien. Hasta los más célebres lo tienen. También, o tal vez deberíamos decir sobre todo, lo tienen los autoritarios. Julio César, por ejemplo, era calvo y cabezón; Napoleón, bajito y oviforme; Franco tenía voz de tiple; mientras que el bigote de Hitler es de los más risibles que ha dado la historia. Hay quien dice que haber sido blanco de no pocas burlas a causa de tales rasgos les sirvió de acicate para convertirse en lo que llegaron a ser.
(Carmen Posadas)
A mí me pasa como a Posadas, tambien soy sensible al ridículo. Se puede hacer de todo en esta vida, salvo caer en el ridículo. Pero el problema es que siempre estamos más atentos al ridículo de los demás que al propio. La solución está en saber cuáles son nuestros puntos flacos, aquéllos que pueden ser criticables o ridículos para, o bien esconderlos, o bien hacer de la necesidad virtud, camuflándolos con otros aspectos que los tapen. Dicen que algunas mujeres cuando se hacen la estética aprovechan para cortarse y teñirse el pelo para desviar de ese modo la atención.
Pero en otros casos, como dice el texto, esos defectos que los ridiculizaron los hicieron más fuertes. Y lo acentúan sin miedo a la burla arropados por el poder que detentan. ¿Cómo se explica si no, esa maraña de pelo amarillo del presidente USA y su rostro embadurnado de maquillaje naranja? Pues eso... como las plantas de la ventana. Lo importante es llamar la atención, y no cómo se haga.
Besos.
Buenas noches .
Ante todo , que bonita foto de esa ventana llena de flores...una autentica maravilla.
Yo creo que , más que hacer el rídico por hacerlo, por llevar algo llamativo o fuera de lugar, se hace mas el ridiculo si , por ejemplo cuando te vás haciendo mayor, te "olvidas" y sigues con ciertas costunbres que ya no te pertenecen .
Vale, tienes 70 años ( yo¡¡¡) y te dejas el pelo super largo, vás con pantalones vaqueros rotos o te metes en una discoteca con jovenes .Pues no, uno se tiene que dar cuenta que asi, puedes hacer el ridiculo...
Todo tiene un tiempo y una edad.
y a mi me gusta el pelo largo y lo suelo llevar , pero una cosa es largo y otra cosa es largo...
Aunque tambien he de decir que lo respeto,claro...
Pero es que yo veo cada cuadro por la calle , que más de ridiculo lo que hacen es el payaso.
Hemos visto "Tarde para la ira" , la del Monstruo aun no , pero la tengo para ver .
"Tarde para la ira" está bien , aunque un poquito violenta al final...pero vaya , está bien .
Un beso .
Por aqui tambien muchísimo viento...
Para mí, lo malo no es hacer el ridículo a sabiendas, porque al fin y al cabo eso depende de hasta qué punto esté uno dispuesto a "tontear"; el problema está en la manía, cada vez más extendida, de disfrutar con el ridículo, pactado o no, de famosos o famosillos. Vamos, algo parecido a la célebre guasa de carcajearse con la caída de alguien. Y tenemos numerosos ejemplos: "Inocente, inocente", o algún que otro concurso televisivo.
¡Hola!
Pues yo pienso que todos nacemos con cierto sentido del ridículo (unos más que otros) pero el paso de los años nos hace tener menos miedo a ese ridículo, precisamente porque entendemos que los demás pueden ser, al menos, tan ridículos como nosotros mismos.
Que tengas una bonita semana. Saludos
Bueno, si llamamos hacerse fuerte a volverse mezquino, porque eso eran la mayoría de los personajes que nombra ahí.
En mi familia envidiamos y admiramos a partes iguales a mi cuñado (el de mi hermana), porque no tiene sentido del ridículo ninguno y eso nos llama la atención. Que eso es algo distinto a lo que hablas, pero es que me he acordado. A ver, el chaval no va por ahí haciendo el tonto eh, que se comporta, pero si tiene que hacer alguna chorrada, ya sea por los niños o por quien sea, no le importa. Desde luego es algo muy sano, ojalá fuéramos todos así.
Yo sí que tengo sentido del ridículo y mira que soy una persona que soy alegre... bromista no mucho, pero no sé, hay cosas y cosas.
Mira, esa misma película que nombra ahí Joaquín voy a ver yo esta tarde precisamente.
angela.69Hace una hora
Joaki-007Hoy a las 06:14
eliocroca2Ayer a las 21:57
gkaneAyer a las 20:49
corremundosAyer a las 19:12