DESAHOGARSE

Ayer, una amiga me mandó un mensaje, uno de esos que sin decirlo llevaba el SOS como inicio. Quería que comiéramos esta semana, necesitaba hablar: estaba harta. Su mensaje, literal, decía: ‘hoy me cae mal todo el mundo’. He de admitir que su mensaje me sacó una carcajada. Creo que había encontrado la definición perfecta para definir esa sensación de estar hasta los mismísimos: no conozco a sus compañeros de trabajo ni a sus jefes, no sé el ambiente que hay en su oficina, pero podía entender su desesperación. A todos nos ha pasado alguna vez tener esa sensación de no encajar, de que lo que haces es absurdo, de que estás predicando en el desierto. Hay veces que sientes que tienes que hacer un sobreesfuerzo para convencerte a ti misma de que todo está bien, de que no hay nada tan gravísimo como para tirar la toalla. Pero admito que cuesta. Sientes que todos esos códigos que tantas y tantas veces nos empeñamos en gritar que no funcionan, sí lo hacen realmente. Que tanto reivindicarnos en el esfuerzo, en el talento, en el trabajo bien hecho, al final cuenta más bien poco. Que parecer que y hacer como que parezcas que es más importante que lo que realmente eres y lo que haces. 

La desesperación de mi amiga iba por ahí en ese mensaje de auxilio. Necesitaba desahogarse porque ella, que lleva años trabajando en lo suyo, que es una persona inteligente, astuta, incansable y una trabajadora meticulosa, sigue siendo invisible. Sigue siendo alguien necesario en el día a día, pero sin reconocimiento. Y esto pasa demasiado a menudo.

(Helena Resano)

Claro que a todos nos pasa. Hay días atravesados en los que todo el mundo te cae mal, sin ningún motivo aparente, pero que estás más que harto de todo lo que ocurre alrededor. Este mediodía en el telediario la gente anónima se quejaba de los políticos que tenemos que día a día crispan a los ciudadanos que nos sentimos cada vez menos representados viendo los espectáculos que dan, las mentiras que dicen y sobre todo que nos tratan como si fuéramos tontos. 

Pero eso ocurre también en otros ambientes, en el trabajo, en las comunidades de vecinos e incluso en la familia. El exceso de egos y el querer tener siempre la razón hace que a mucha gente, como a la amiga de Resano, le entre la necesidad de desahogarse con una íntima, que la escuchará atentamente y que quizá piense como ella. Nada que no suavice una comida entre amigas de la que seguro que salieron ambas reconfortadas. Y si es gracias a una fritura como la de la foto, como nuevas.

Besos.