ECHAR A ANDAR

Poco importa si vamos andando al trabajo o si peregrinamos a pie a Santiago de Compostela, caminar es una de las actividades más útiles y necesarias para llevar una vida verdaderamente sana. Sin embargo, y pese a que se trata de una función automática e intrínseca al ser humano, el hombre moderno parece decidido a caminar lo menos posible. Desde que damos nuestros primeros pasos  y aprendemos a sincronizarlos uno detrás de otro, entramos en un mundo de coches, ascensores, escaleras mecánicas y pasarelas móviles que, en definitiva, nos incita a olvidar los hábitos asimilados. 

En efecto, correr, pese al esfuerzo que supone y al evidente riesgo de lesiones, es una actividad espléndida. No obstante, no es la única forma de hacer ejercicio. Ahora que estamos acostumbrados a ver los parques urbanos repletos de  corredores sudando la gota gorda y contando sus pulsaciones con sus 'gadgets' última generación, es normal que asumamos que el entrenamiento moderado sea una pérdida de tiempo cuando, en verdad, es excelente para nuestra salud. Y caminar, cómo no, es el mejor ejercicio de todos. 

(Miguel Sola)

Caminar es muy bueno y la ventaja de vivir en una ciudad no muy grande es que se puede ir a  todos los sitios andando. Lo que no ocurre en las grandes capitales en las que el uso de transporte colectivo, bus o metro, es obligado. Incluso en el primer caso tendemos a hacernos comodones, subimos en ascensor aunque solo sea un piso y esquivamos este ejercicio natural mientras que nos gastamos el dinero en gimnasios.

Los beneficios de andar rápido sin pararnos a mirar escaparates ni a hablar con la gente son muchos. No hace falta emular al presidente y sus caminatas que incluso han dado para chistes, simplemente bajemos del coche, subamos escaleras y echemos a andar con buena postura y siendo conscientes de cada paso, con estabilidad pero sin rigidez, sin apretar los puños para no dañar los hombros y moviéndolos como pendulos, de manera natural.

Nuestro corazón y nuestro peso nos lo agradecerán. Y los pobre caballos que soportaban el tremendo peso de los caballeros con sus armaduras además de las propias, no digamos.

Besos.