EL IMPOSTOR

Recuerdo haber leído que, pocos años antes de la muerte de Katharine Hepburn, la ciudad de Nueva York decidió organizar un gran homenaje por su cumpleaños y esta fue la respuesta de la actriz: «Agradezco mucho este honor, pero no voy a asistir. Me cuesta mucho esfuerzo fingir ser todo lo brillante, ingeniosa e inteligente que ustedes piensan que soy, de modo que me quedaré en casa con un libro». 

Hasta hace poco ni siquiera sabía que existía tal cosa. Para mí fue una sorpresa descubrir que, según diversos estudios, siete de cada diez personas lo han sufrido alguna vez y más de la mitad de forma permanente. ¿Piensa usted que lo que ha logrado en la vida se debe a golpes de suerte? ¿Teme que todo sea un monumental malentendido y que de un día para otro se descubra que no merece usted su cargo, su éxito o su reconocimiento social o profesional? Bienvenido al club de los impostores. No sé qué opinarán los expertos, pero contaré mi sistema para sobrevivir al síndrome. Consiste, por un lado, en reconocer que sí, que soy un poco impostora, que he tenido mucha suerte y que otras muchas personas más inteligentes, capaces y brillantes no logran lo que se merecen. Como a medida que uno va cumpliendo años resulta cada vez más agotador ser todo lo que la gente cree que uno es, lo mejor es bajar el pistón, dosificar esfuerzos. No se puede agradar a todo el mundo. Ni hay cuerpo que lo aguante tampoco.

(Carmen Posadas)

Más de una vez hemos comentado por aquí nuestras impresiones acerca de lo que se llama el síndrome del impostor. Como dice Posadas, mucha gente lo ha padecido alguna vez en la vida. Pensar que se está ocupando una plaza, desempeñando un trabajo para el que no se está suficientemente cualificado, que solo es cuestión de suerte. Es algo que está relacionado con las inseguridades que casi todos arrastramos en la vida.

Aunque hay que decir que también existen personas que adolecen de lo contrario, que muy cortitos de recursos han llegado donde están por chiripa y se creen los reyes del mambo. Los que se sienten impostores suelen ser muy valiosos, inteligentes y trabajadores, y es inversamente proporcional al famoso síndrome. No hay más que ver el caso de la Hepburn. Así que, hay que ponerse las pilas. Los pensamientos son solo eso: pensamientos. No son la verdad y como tal, hay que mantenerlos a raya. Que la gente piense lo que quiera y como dice Carmen no se puede agradar a todo el mundo. Ni siquiera apostando todo a unas especias afrodisíacas. Somos como somos.

Besos.