EL TONTO DEL HABA

 Eso nos hizo hablar de tontos, materia extensa. «A los tontos hay que ignorarlos», dijo mi amigo. Pero no estuve de acuerdo. Eso, respondí, los hace más peligrosos. Un tonto fuera de control es letal. Se empeñan en estar ahí aunque los ignores, tropezando en tus piernas. Con ellos no hay cordón sanitario posible, pues no hay tonto sin alguna habilidad. Hasta en la RAE tenemos alguno. El caso es que la vida acaba poniéndotelos delante. Y como dije alguna vez, juntas a un malvado con mil tontos y tienes en el acto mil y un malvados. Hay tontos inofensivos, que están ahí y no pasa nada. Incluso hay tontos adorables a los que coges cariño. Que son buena gente. En su mayor parte no tienen la culpa de serlo, aunque muchos lo trabajan y mejoran cada día con admirable tesón. Basta con ver el telediario: de todos ellos, la variante de tonto con voz pública o parcela de poder es vitriolo puro. En un abrir y cerrar de ojos pasan a ser peligrosos, y pueden destrozar un país, la convivencia, la vida. No por maldad, sino por el lugar que ocupan y las decisiones que toman. En política, por ejemplo, hacen más daño que los malos.

Por eso no me fío de los tontos, por inofensivos que parezcan. Tengo canas en la barba y sé a dónde te llevan o van ellos mismos. Durante veintiún años viví en países en guerra; y allí aprendí que, aunque los tontos suelen morir primero, también hacen morir a los demás. Pisan donde no deben, se asoman a la calle, encienden cigarrillos de noche. Te ponen en peligro.  Por mucho que palmen en la guerra o en la paz, como especie los tontos nunca mueren.

(Pérez- Reverte)

Leí ayer este artículo de Pérez- Rverte donde habla de los tontos y me puse a pensar precisamente en la expresión esa de ser un tonto del haba que viene de la costumbre de poner en los Roscones de Reyes un haba y un regalo. Al que le tocaba el regalo le coronaban como rey de la fiesta, y al que le tocaba el haba tenía que pagar el roscón y le llamaban el “tonto del haba”, de ahí viene la transformación de la palabra, unida y sin h, hasta llegar a tontolaba.

Hay que reconocer que las llamadas sorpresas son cada vez más vistosas y generosas, hasta viajes y estancias de hotel e incluso poder participar en concursos te puedes encontrar pero la tradición del haba sigue más viva que nunca y a juzgar por la cantidad de tontos que pululan por ahí, como dice el texto, de todo tipo y condición, simpáticos, inofensivos, pero también malos y peligrosos que hacen mucho daño la especie no se extingue. Pero eso sí, nunca lo reconocerán.

Seguro que de todos los que pasamos por aquí no hay ningún tontolaba y menos malos y peligrosos. Somos buena gente. Disfrutemos del rico Roscón, que ya es el coletazo de la Navidad. Ni que fuéramos tontos...

Besos.