ESPERANDO A LA PRIMAVERA

Cuando pienso que solo faltan dos días para que llegue marzo me crezco por dentro y parezco otra. Esta mañana he ido al gimnasio a la misma hora que el jueves pasado, pero el jueves era de noche, mientras que hoy ya había amanecido. Estas curiosidades de la luz, el sube y baja de los equinoccios y los solsticios, me hacen más llevadera la vida. Yo suelo decir que la rutina es confortable, pero no es cierto. La rutina hace más largo el invierno, en cambio el verano es ligero y constituye una fuente de vida. Amo el verano. Tanto, que sueño con verlo convertido en una continua rutina.

El otro día quise adelantarme al tiempo y como hacía sol, abrí la ventana para dejarlo entrar. Con el sol se colaron algunos ruidos de la calle y un poco de aire. Me tapé las piernas con la mantita de las siestas y cerré los ojos para aprovechar el chorro de sol que lamía el cuarto. No habían transcurrido cinco minutos cuando sentí el ruido de la matraca acercándose a la ventana: tchak, tchak, tchak, tchak, tchak. Di un brinco y cerré la ventana de un manotazo. ¡Ha vuelto la urraca, grité horrorizada. Lo que tiene de bueno el invierno es que te previene de los ruidos externos. La urraca ha estado todo el tiempo afuera, pero yo siempre la he oído a lo lejos, como si fuera de otro mundo.

(Carmen Rigalt)

El caso de Carmen Rigalt, que adora el verano, es muy habitual en muchas personas, pero curiosamente en las más jóvenes. Cuando yo lo era (más) adoraba el verano y el calor. Ahora soy de primavera o de otoño. El invierno tiene sus alicientes, sus ventajas, porque te acurrucas, te tapas con la mantita, duermes mejor, pero también puede producir en muchas personas esa tristeza que la falta de luz contagia.

Es verdad lo que dicen estas líneas, que al ser personas de rutina cotidiana, hacemos las cosas casi siempre a la misma hora y así es fácil comprobar cómo llega un momento en que ya no nos levantamos de noche y cómo el atardecer es más tarde y el día cunde más. Todo esto invita a salir si es que no nos encontramos las nevadas y vendavales con los que nos ha recibido marzo.

Pero la primavera ya está ahí, asomando la oreja y el ruido de la calle, las ventanas abiertas nos dan la vida. Lo malo es lo que está afuera y se nos mete en casa como la urraca del texto. Cosas desagradables que dejamos fuera de nuestra vida cuando se cierran las ventanas y estamos en nuestra particular zona de confort.

Las palomas en los árboles son otra cosa...

Besos.