LA FELICIDAD Y LA LUZ DEL SOL

Quizá es porque los españoles venimos de un pueblo mayoritariamente soleado (excepto en el norte o cuando pasa Filomena), pero las personas que suelen irse a vivir una temporada a zonas más frías e inhóspitas de Europa suelen coincidir siempre en que lo que más echan de menos es el sol. No se les puede culpar, al fin y al cabo los rayos ultravioleta regulan la producción de melatonina, hormona que ayuda a definir los ciclos de sueño, y nos hace sentir mejor.

Es un hecho que los colores cambian nuestro estado de ánimo: se dice que las habitaciones con paredes rosas inhiben la agresividad y que el color verde alivia el estrés en entornos hospitalarios. Si pensamos en el color del amor quizá nos vengan a la cabeza el rojo y para la tristeza, el azul (al fin y al cabo, cuando en inglés quieres expresar que te sientes un poco deprimido puedes decir 'I feel blue', o, 'me siento azul'). ¿Son los colores tan importantes para nuestro estado de ánimo?

Sin embargo, más días de sol no tiene por qué significar forzosamente mayor felicidad. Quizá porque, como dicen los daneses el secreto de la felicidad se relaciona con la buena compañía y saber apreciar el momento, y eso pesa más que los días soleados.

(A. C. y V.)

Uno de los países más tristes y aburridos de los que yo conozco es sin duda Bélgica y coincide con su clima, nublado, lluvioso, frío y nada acogedor. Lo cierto es que el sol da alegría, ayuda a salir de casa (si nos dejan) y a hacer más vida social, se asocia con la alegría y la diversión, al igual que el color amarillo por su similitud. Su luz calienta la piel, hace que los colores sean más brillantes y se presta a hacer cosas más en sociedad.

Por esa regla de tres deberíamos pensar que son más felices los pueblos del sur que los nórdicos y no siempre es así. Los estudiosos del tema concluyen que el amarillo del sol es más alegre para los que viven en un país lluvioso y es un bien más preciado que para nosotros.

Esta teoría tiene todo el sentido porque tras la nevada de la semana pasada, nos hemos quedado en casa y bien tristes y es que lo que hay fuera tampoco ayuda mucho. Sin embargo la nieve ha dejado bonitas estampas y graciosas como la que quedó en estas macetas del patio de mi madre, que parecen unas copas de helado de nata.

Besos.