LOS ORÁCULOS

En la Antigua Grecia, las decisiones sobre cualquier tema eran guiadas por una mano mística de origen divino, el oráculo. Los dioses se comunicaban a través de ellos y se expresaban mediante sus propias palabras. Eran consultados sobre asuntos de estado, operaciones militares, leyes, familia y asuntos personales. Pero las profecías eran misteriosas, las profundas frases se pronunciaban poéticamente, aunque eran vagas y quedaban abiertas a la interpretación.

Ninguno de los oráculos griegos de la antigüedad alcanzó tanta fama y renombre como el de Delfos. La mitología relata que fue el propio Zeus que echó a volar dos águilas desde extremos opuestos de la Tierra, y fue justo en Delfos en donde se cruzaron sus vuelos, determinando el centro buscado. El templo era un sitio espiritual extremadamente importante en el mundo antiguo. El oráculo era una alta sacerdotisa llamada Pythia, una de las mujeres más poderosas de Grecia. Los oráculos se sometían a una purificación ritual y luego interpretaban sus visiones mirando dentro un cuenco de agua del manantial Cassotis. Sus profecías eran relatadas en versos, y las personas aguardaban en fila y pacientemente su turno. Al final de las sesiones, el oráculo quedaba agotado y, según la descripción de Plutarco, quedaba como un bailarín después de una danza extática.

(Francisco María)

En estos tiempos tan inciertos que estamos viviendo, todos sentimos la necesidad de  vislumbrar algo del futuro que nos espera en todos los aspectos de la vida, en la salud, en la familia, en todo. Pero es algo que nos está vetado. Desde la antigüedad se ha recurrido a seres espirituales a los que se les concedía una cierta capacidad de adivinar el futuro. Eso en todas las civilizaciones, con videntes de todo tipo. Y escritores como Nostradamus que dejó muchas profecías. El problema de esas profecías es el saber interpretarlas por lo crípticas que son en general.

Este es un ejemplo: El oráculo de Delfos llegaba al consultante mediante la voz drogada de la sibila, que le entregaba frases de díficil interpretación. «¿Moriré en la guerra?», le preguntaba el soldado; y la sibila respondía: —Irás morirás no volverás. Con lo cual solo era cuestión de cambiar de sitio la coma para contentar al "cliente" y sin tener que hacer frente a reclamaciones. Más o menos como se hace ahora, ¿verdad?

He rescatado esta foto de Delfos de cuando estuvimos allí en el 2.005. Un lugar mágico y misterioso a más no poder.

Besos.