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En el curso de la charla salió a relucir la historia del cuello de ánfora. «Se lo regalé –dije– a una joven californiana, bellísima, que estaba de vacaciones en Cartagena, España, en el verano del 69». Entonces, entre el público, una señora levantó la mano. «Yo estaba en Cartagena ese verano», dijo.
Soy un tipo templado, o eso creo. Pero se me paró el corazón. Literalmente. Me quedé muy quieto mirándola durante un largo silencio mientras la gente nos observaba, sonriente y divertida. Algunos aplaudieron. La señora era rubia, muy bien vestida, y era evidente que había sido muy guapa, porque lo era todavía. Debí de estar callado como diez segundos, estudiándola con extrema fijeza. «Es imposible –dije–. Esas casualidades sólo existen en las novelas». Rió el público, y aplaudieron otra vez. Ella sonreía, sin responder, disfrutando del efecto. «¿Vive usted en Santa Bárbara?», pregunté asombrado. Aún guardó silencio un momento. «Nunca estuve en Santa Bárbara, pero sí en Cartagena, como he dicho. Mi padre estaba en la Armada norteamericana y vivimos un tiempo allí», repuso. «Entonces –concluí inseguro, observándola aún desconcertado– usted no puede ser ella». Y era menos una afirmación que una pregunta. Volvió a quedarse callada unos instantes. Su sonrisa era enigmática y deliciosa. «No, no soy ella –respondió al fin–. Y lo lamento, porque ésta habría sido una bonita historia».
(A. Pérez-Reverte)
Al leer estas líneas de Pérez- Reverte me vienen a la mente casos de personas que creen reencontrarse con alguien después de los años pero que no tienen la certeza de que sea quien sospecha. Cosas así ocurren mucho en esas reuniones de antiguos alumnos que después de los años se reencuentran para recordar viejos tiempos. La memoria puede jugarnos malas pasadas y el paso del tiempo se encarga de lo demás para completar el despiste.
Otra cosa es si el reencuentro se produce años más tarde sin ninguna pista para situar a la otra persona como le ocurrío al escritor. No sé si la señora sería la de hace cuaranta y tantos años o no. Si contribuyó a que la confusión fuera total o no. Quizá el único mérito fuera el de revolver los recuerdos y sembrar la duda.
¿Era ella o no? Nos ponemos o nos quitamos la máscara...
Besos.
Nunca me han gustado las reuniones para recordar viejos tiempos, y menos aún el encuentro con alguien a quien no sitúo en el lugar y en el momento adecuados. Hacen que me sienta inseguro, sobre todo si el otro (o los otros) tiene sobre mí datos más actuales.
Buenas noches .
Pues a mi la verdad no me gusta mucho esos encuentros de "viejos amigos del cole " o cosas similares .No soy muy amigo de todo eso pues , pasan los años y uno cambia y no vale la pena reunirse para recoradr cosas que igual uno ni recuerda ...
Ya sé que soy un poco raro, pero nunca voy a estos eventos-
Para ir a disgusto a un sitio prefiero no ir .
Mañana es fiesta en Barcelona , sigue la Mercé...para nosotros fiesta grande pues celebraremos si Dios quiere el cumple de nuestra niña ,todos.
Y hace calor otra vez...
Besos.
Pues a mí esas reuniones sí que me gustan. Me parece bonito y entrañable ver a la gente al menos muy de vez en cuando y saber qué ha sido de sus vidas.
A mí sinceramente, me resulta gratificante.
No quiere decir que vaya a hacer amistad ahora con gente con la que nunca la he tenido, pero sí son gente con las que he coincidido alguna vez en la vida y no sé, me resulta gratificante saber si les ha ido bien en la vida y qué han hecho durante todos esos años.
Quien sabe!???? Un besito y feliz dia!!!!
eliocroca2Ayer a las 22:10
Joaki-007Ayer a las 18:34
angela.69Ayer a las 10:14
astur_82Ayer a las 00:10
larocuky06/10/2024