PICOS Y PICOS

A comienzos de 2004, un profesor de la Universidad de Stanford publicó un artículo que se convertiría en todo un hito. Sostenía que dentro de cualquier comunidad, existe impepinablemente un determinado número de “assholes”, término que podríamos traducir sin miedo a desvirtuar el mensaje directamente como gilipollas. 

Los problemas más graves, -añadía el profesor-, comienzan cuando dentro del grupo, en lugar de tenerlos bien localizados y desactivados por suponer un grave riesgo, nuestros gilipollas se las arreglan para descontrolarse. El artículo terminaba advirtiendo que la gilipollez, cuando es auténtica, además es supercontagiosa. La publicación tiene unos años, pero sospecho que nunca tuvo tanta vigencia como en estos momentos de pandemia, donde el pico de gilipollas se nos presenta completamente desbocado, reproduciéndose a toda pastilla, y desde luego con mucha más facilidad que la nueva cepa del mismísimo coronavirus.  Lo peor, es que si para el contagio del coronavirus finalmente tenemos algunas vacunas que nos ofrecen una luz de esperanza, mucho me temo que para la completa exterminación del gilipollas perdido deberemos esperar una hecatombe, es decir, que nos acompañarán hasta ese fatídico día que ellos mismos consigan exterminar el mundo. Tiempo al tiempo.

(Juan Mari Montes)

Tremendo este artículo publicado en la prensa local, por lo certero que es y que, en cierto modo, acaba como en una profecía. Gilipollas ha habido siempre pero en estos días proliferan de manera preocupante. No merecen otro nombre aquellos imbéciles que se saltan las medidas sanitarias, que se juntan en fiesta a lo loco, que no hacen caso de lo mandado y expanden el virus por donde van. Los que se dedican a asaltar los parlamentos de la democracia y encima lo graban para que todo el mundo lo sepa, mayormente el FBI... la lista sería interminable.

Pero hoy creo que hay que incluir también a los que emocionados como bobitos se han lanzado a la calle a jugar con las bolas de nieve, como si estuviéramos en un festival. En una reciente encuesta se ha constatado que el insulto más extendido en nuestro paíos es ése: gilipollas. Será porque son muchos y se descontrolan por todas partes, como un pico vírico. Para alucinar en colores, como los de la foto.

Besos.