Durante muchos años, me hicieron creer que era muy débil y que debía aguantar mejor el dolor. Que mi obligación era sufrir para que otras personas no sufrieran. Que mi dolor era menos importante que el dolor de los demás. Me hicieron creer incluso que yo era el culpable del dolor de otras personas; un dolor a veces simulado en un burdo intento de chantaje emocional y a veces real, pero no originado por mí. Todas las culpas venían a mí. Y es que estoy cansado de que le tomen el pelo a la gente de corazón bueno y noble, y tengo un montón de pacientes que lo han pasado fatal, que han arruinado sus vidas para que no se enfadara su madre u otra persona de su entorno y esto es terrible. La gente no es consciente de que lo está pasando mal y quiero que tomen conciencia. Normalmente se minusvalora el impacto que tiene en nuestra vida y hay que tomar cartas en el asunto. No se puede no hacer nada.
En este mundo no podemos pretender creer que todo el mundo es bueno. Hay gente que es muy buena, gente que es muy mala, gente que sin ser mala provoca mucho dolor, gente muy abusiva, gente que es como un parásito o una garrapata… Entonces, como tenemos que convivir con todos estos y a veces no podemos alejarnos, porque es un familiar o del trabajo, tenemos que marcar unas líneas porque si no las marcas van a acabar contigo. Y no pasa nada, no tiene por qué ser trágico ni conflictivo. Uno prueba y tú marcas y defiendes tu territorio que viene a ser lo más normal. Lo que pasa también es que nos han enseñado así en esta cultura.
(Tomás Navarro)
EStas palabras del psicólogo, partiendo de una experiencia personal, nos hacen reflexionar sobre la importancia de trazar ante nosotros líneas rojas, aprender a poner límites con el fin de protegernos.
Siempre se oye decir que la gente es buena, y muchas personas lo son, pero hay que reconocer que las hay malas a conciencia y que aunque sean menos "se entrenan" cada día y hacen mucho más ruido que la buena gente que se calla y traga con todo, como si fueran "el silencio de los corderos". Distingue Navarro entre la gente mala y la gente buena pero hay estadios intermedios, de esas personas que sin ser malas provocan dolor por ser abusivas o "garrapatas". Hay que educar a los hijos para que sean buena gente pero no tontos porque a veces confundimos el ser buena persona con ser tonto. Y es verdad, pero no fácil, pero ni nos tenemos que ir peleando con todo el mundo ni tenemos que ser amigos de todo el mundo. La vida es muy corta como para no ser selectivo con tu entorno. Hay que saber elegir la compañía y el entorno. El lugar ya os lo ofrezco yo: La Terraza del chill out de un hotel sevillano. ¿A que mola?
Besos.