UN BESO Y UNA FLOR

Al sonreír poco a poco en medio de sus propias lágrimas, los últimos pedazos de mi armadura acaban cayendo al suelo y me arrojo sobre él sin decir ni una palabra. Sus brazos me estrechan con fuerza contra sí y volvemos a ser la misma escultura dividida en dos mitades que ni siquiera el paso del tiempo ha conseguido destrozar.

Nos ha separado durante miles de años, nos ha resquebrajado hasta amenazar con rompernos, pero, incluso con todas nuestras nuevas grietas, seguimos encajando a la perfección y no habrá ninguna fuerza en el mundo capaz de cambiar eso. Porque la eternidad, cuando la existencia tiene un sentido, puede ser una bendición más que una condena.

(Victoria Álvarez: La Voz de Amunet)

Estas líneas que copio aquí son las últimas que aparecen en esta grandísima novela de Victoria Álvarez, concretamente el epílogo que la comcluye. Además de la belleza plástica y expresiva que tienen habla del amor más allá de la vida, aquél que se extiende eternamente. Quizá se nos rompa el envoltorio, la armadura, la escultura material, pero lo esencial siempre está ahí y la esencia de un ser querido te acompañará durante el resto de la vida y si se es creyente, más lejos aún.

Valgan estas palabras de la nieta para homenajear a su abuelo, a mi padre, en el décimo aniversario de su partida. Papá, siempre estarás conmigo, dentro de mí y en las personas que me rodean.

Como cantaba el gran Nino Bravo, que hoy habría cumplido 75 años, al partir un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós....un ligero equipaje para tan largo viaje.

Besos.