UN LUGAR PARA LA FELICIDAD

¿La felicidad tiene su lugar? Si nos fijamos en los tópicos más extendidos, no solamente tiene un lugar, sino una forma: la de una casita que alberga una felicidad íntima y secreta (una cabaña y un corazón), y representa algo humilde y modesto, así como el ideal más ambicioso (a veces, nos referimos a ese refugio anónimo diciendo «con esto me basta»). Es el más ambicioso porque se apoya en la convicción de que la receta de la felicidad está al alcance de nuestra mano si tenemos la sensatez de creer en nosotros mismos, de renunciar a ambiciones superficiales y de contentarnos con poco, que es lo esencial: el amor, la amistad, la sobriedad.

 Por muy limitado que parezca, se trata de un ideal inalcanzable para muchas personas. El cartel de la felicidad suele ser generalmente una recomendación publicitaria de la que se adueña la sociedad mediática para vender sus folletines (La casita de la pradera) o sus productos financieros: ¿a cuántas personas mayores y felices vemos en la televisión disfrutando, con su florido jardín y sus educados nietos, de los beneficios de un funeral pagado con antelación? Podemos analizar los procesos por los que hoy en día nos venden una felicidad prefabricada de distintas formas: vacaciones, viajes, cuidados del cuerpo, eterna juventud, futuro asegurado. Es un plan importante e interesante, pero ignora la pregunta central: ¿qué es la felicidad?

(Marc Augé)

Todos estamos de acuerdo en que el dinero no da la felicidad, que ésta se encuentra en las pequeñas cosas, en lo más sencillo, en la ausencia de problemas si se sabe gestionar bien. Pero estoy de acuerdo con Augé, un autor francés al que he leído bastante, en que esa felicidad que se nos vende en lugares bucólicos, playas paradisíacas casi desiertas, cabañas en medio de la montaña no bastan para ser felices. La felicidad no está en un lugar concreto ya sea humilde o ambicioso, sino que va dentro de nosotros y somos nosotros quienes nos la montamos. No todo el mundo desea viajar por el planeta, pasarse la vida en un spa o vivir a todo tren, ni tampoco estar retirado en un rinconcito del campo.

Teniendo en cuanta lo ambiguo del significado de esta palabra, se puede ser infinitamente feliz tras ese sencillo balcón en el Barrio de Santa Cruz de Sevilla, cuidando esas preciosas flores que son suficiente para adornarlo. 

Puedes ser feliz allí donde estés, no hay excusas que valgan para mantenernos voluntariamente al margen de la felicidad. ¿Verdad?

Besos.