VERANO EN PRIMAVERA

Si las precipitaciones siguiesen la tendencia histórica, debería llover todos los años entre noviembre y abril: seis meses. Pero desde hace unos diez años, se ha reducido el intervalo de lluvias a cuatro meses, de diciembre a marzo. Y este año, particularmente, no ha llovido casi nada en estos meses. Las calimas, invasiones de aire muy cálido desde África con polvo muy fino en suspensión, son desde hace 10 años mucho más frecuentes que antes de 2010. Y las gotas frías se repiten a lo largo del año una y otra vez, cuando hace 50 años se concentraban entre octubre y noviembre.

El polo se está calentando a un ritmo el doble de rápido que el resto del planeta. Es decir, estamos avanzando hacia una situación de “verano” en invierno: el chorro polar se ha desplazado a una latitud más alta, se ha debilitado y, consecuentemente, sus meandros son más intensos. El resultado son cambios muy bruscos de tiempo, de calor a frío y a la inversa. Esto es lo que debemos esperar de aquí a finales del siglo XXI, porque es evidente que, a pesar de los esfuerzos de la Unión Europea, el resto de los miles de millones de ciudadanos del planeta no van a dejar de emitir cada vez más CO₂. La única respuesta es la adaptación a fenómenos meteorológicos extremos: grandes sequías, calor intenso, episodios de heladas muy fuertes, subida del nivel del mar . Entre otras medidas, necesitamos almacenar agua, controlar las riadas plantando árboles de forma masiva (miles de millones), reducir el riesgo de heladas en los frutales de La Mancha y del Valle del Ebro, desarrollar cultivos más resistentes. 

(Antonio Ruiz)

Uno de los temas de conversación más habitueles estas últimas semanas es lo loco que está el tiempo, sobre todo por los calores que tendremos en  abril más propios del mes de julio. Si a eso se añade la falta de lluvia y la consiguiente sequía, tenemos el coktail "perefecto" que avala a las claras el tan comentado cambio climático. Pero me parece que este texto que da las razones cient´ñificas de por qué se producen estos fenónmenos es un tanto pesimista o más bien realista. Da a entender que la única solución es saber adaptarse a lo que hay y a lo que nos espera. Como suele decirse, lo que nos permite sobrevivir como especie no es la inteligencia ni la fuerza sino nuestra capacidad de adaptación. No nos queda otra. Si hace falta sacamos el abanico. Como dice un proverbio holandés: No puede impedirse el viento. Pero pueden construirse molinos

No podemos permitirnos perder lugares con tanta vegetación, tan hermosos como este lugar del Parque de María Luisa, que parece una pintura.

Besos.