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Cuando tenemos una buena noción de quién y de cómo somos no necesitamos de elogios.
Las críticas siempre son escalones útiles para nuestro ascenso. Es necesario saber usarlas con discernimiento y sacarles el mejor provecho.
Nada sacamos del elogio, a no ser el incentivo para continuar haciendo lo que hacemos. Pero siempre de la misma manera. ¡Nada cambia! ¡Nada crece!
La crítica es todo lo contrario. Al principio nos choca, nos sacude, unas veces de rabia, otras de inseguridad y de miedo. Pone en nuestra boca el sabor amargo de la frustración y de la falta de auto-confianza. Pero eso ocurre cuando somos débiles.
A los fuertes no les impactan negativamente las críticas y las ven como desafíos para volverse mejores. Son poderosas palancas para llevarnos a "actuar de otra manera", para el cambio de ruta, para salir de la rutina y del tedio.
Quien solo se satisface con elogios nunca saldrá del lugar donde se colocó.
Quien confronta las críticas siempre estará en paz con su ego y, aún mejor, con su Alma, que desea la evolución, que aplaude la libertad de cambiar, de saltar de un polo para el otro.
Los elogios son buenas y confortables poltronas. Las críticas son terrenos pedregosos donde caminamos descalzos, pero que nos dan la oportunidad de batallar para alcanzar - un día - lo mejor de nosotros, pues nunca faltan hipócritas para aplaudir incluso lo peor que tengamos.
Observa la crítica con buenos ojos. Es la que puede hacerte salir de la zona de comodidad, levantarte, sacudirte y liberarte del moho del pasado.
Ponte cara a cara contigo mismo. Filtra las críticas y escoge aquellas que pueden - positivamente - ayudarte a reconstruirte.
No existe crítica constructiva. Por mala que nos parezca, cambiando la interpretación, ¡Toda crítica es reconstructiva!