Antes de la crisis ibas al banco, te atendían de forma personalizada, te invitaban a tomar asiento, te ofrecían más de lo que necesitabas y, eso si, te pedían un aval.

   Era la manera de asegurarse unos pingües beneficios de intereses espaciados a lo largo de la vida del demandante y, posiblemente, de sus herederos. El aval venía a ser la garantía, la seguridad, de que el negocio del banco (la usura encubierta) estaba garantizado.

   Así hemos ido picando, uno a uno, casi todos los españolitos: el piso, el chalet, la segunda vivienda, el coche, los muebles, los viajes...

   Pero... llegaron las vacas flacas, se acabó el trabajo. Vienen las dificultades para pagar... El banco no se para en medios de cobro y acude al avalista, incluso con amenazas... Y se ponen en peligro las propiedades tanto del que recibió el préstamo como del que hizo el aval.... En muchísimos casos ambos van a la ruina y pierden el piso o las propiedades con las que han avalado y se ven en la calle, porque los jueces deben aplicar una Ley Hipotecaria pensada, únicamente para proteger los derechos de cobro, no solamente de los objetos para los que se ha obtenido el préstamo, sino también de los intereses que debían producir a lo largo del tiempo del préstamo. Es decir te quitan todo y tienes que seguir pagando.

   Esto se ha llevado ya la vida de varios españoles, lo que ha levantado el clamor popular y ha hecho recapacitar a políticos y jueces.

   Esperamos una rápida modificación de esta ley que tiene tintes anticonstitucionales al permitir la supresión del derecho de una vivienda digna por defender los derechos de las entidades bancarias a las que se ha rescatado con el dinero de todos los españoles.

   Mientras tanto, pedimos al Poder Judicial la supresión de todos los desahucios que afecten a personas que no tengan posibilidad de mantener la vivienda para su familia.

¡Sé feliz!