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En el año 1820 se suspendieron las procesiones de Semana Santa, al haber dictado un bando las autoridades locales dando disposiciones por las que las cofradías de la Madrugada no salieran a la calle hasta romper el día, que las otras tendrían que recogerse a las oraciones y que los individuos que acompañasen sus cortejos llevasen las caras descubiertas, sin túnicas ni antifaz. Las cofradías, contrarias a dicho bando, acordaron no hacer la estación, lo que hizo empeorar las relaciones con la Autoridad y ésta hasta incluso pensó en la posibilidad de disolverlas.