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EL REINO VEGETAL

Decíamos en pics anteriores que todo cuanto comienza con la Gran Explosión es un grandioso proceso encaminado de una manera inequívoca hacia su propia perfección, de la cual, en este planeta, estamos siendo testigos privilegiados; y decíamos que los tres reinos de la naturaleza que clásicamente distinguimos tienen unos puntos de conexión con los seres humanos que suponen que en los mismos toda la naturaleza haya alcanzado su perfección.

Así, hemos visto, siquiera someramente, cómo el reino mineral vibra en ondas delta, las mimas que, junto a otras tres, aparecen en nuestros encefalogramas, y que estas ondas están presentes en el momento en que el amor hace acto de presencia.

Pasemos ahora al reino vegetal.

Este hereda del mineral la vibración delta, el sentimiento con el que todo lo visible ha sido hecho, y le añade una nueva: la alfa, que es la vibración del deseo. Porque las plantas tienen deseos. ¿Porqué si no, crecen buscando el sol en las alturas y las aguas bajo tierra? En este reino aparecen los deseos de una forma, obviamente, simple con respecto a cómo se desarrollarán en el reino animal o entre los humanos. Pero no por su sencillez hemos de ignorarlos.

En nuestro caso, podemos establecer de una manera clara la conexión entre los deseos y las ondas alfa porque siempre que se estimula la producción de deseos aumenta la producción de las mismas. Clásicamente, se dice que las ondas alfa se activan en los estados de sueño superficial y de relajación física, así como cuando tenemos ensoñaciones y se ha podido comprobar la extraordinaria relación que existe entre los ojos y los deseos, ya que, en una determinada posición de aquéllos, éstos se estimulan y en otras se apaciguan.

La relación entre las plantas y los deseos puede también comprobarse a través de los usos medicamentosos que tienen, porque sus efectos tienen lugar bien directamente sobre un deseo, bien sobre sus efectos. Así, por poner algunos ejemplos, la esencia floral (o flor de Bach) de la impaciencia actúa directamente sobre el deseo de actuar sin dilación, o la infusión de la flor del monje (betónica) actúa sobre la libido, apaciguando los deseos sexuales, o la de cola de caballo como diurética o la valeriana como un sedante ligero.

Detrás de todos estos efectos hay una causa, una necesidad que no ha sido bien cubierta o que lo ha sido en exceso. La respuesta a las necesidades son los deseos, los cuales tienen como una de sus notas características el ritmo con que han de ser satisfechos y que no es igual para todos ellos. Abraham Maslow diseñó la pirámide de las necesidades o pirámide de Maslow, que está representada en la imagen de este pic y desde la cual se han ido originando muchas de las teorías de la motivación hoy día existentes.

El primer grupo de necesidades que tenemos los humanos –decía Maslow- son las fisiológicas, recogidas en el primer nivel de la pirámide escalonada, y donde tienen su sitio todas las necesidades que tenemos para seguir viviendo: respirar, beber, comer, dormir, mantener relaciones sexuales...Todas ellas tienen un ritmo propio, personal, cuya observación nos puede llevar (salvo que haya otras causas de índole superior) a un estado de salud y superviviencia; en cambio, si bebemos, en cantidad o en calidad, de una forma inadecuada, o si hacemos otro tanto con la comida, etc, nuestra salud se resentirá.

En el segundo escalón se sitúan las necesidades de seguridad: física, frente a una agresión a nosotros o a nuestra familia inmediata o grupo en el que nos movemos, de recueros, de empleo, etc, todo lo cual nos permite relacionarnos con nuestro contorno y hacerlo en base a unos parámetros que nos resulten fiables (legislación, costumbres). Los deseos a que dan lugar este grupo de necesidades son obvios: tener una casa,

En el tercero, se encuentran las necesidades de afiliación o de pertenencia sociales. Tener unos amigos, una intimidad en nuestras relaciones.. pero también sentirnos partícipes de grupos y colectivos sociales como clubes deportivos, culturales, etc.

En el cuarto peldaño, tenemos la necesidad de reconocimiento: el respeto de los demás, la confianza en sí mismo, la estima ajena y personal, el éxito...Las cuales mueven hoy día a un porcentaje importante de personas, pero no tan alto como las anteriores. Porque si el primer peldaño es universal, el segundo es casi universal (los niños y ancianos no lo tienen), y el tercero lo tiene un porcentaje algo menor de personas, pero que sigue siendo muy alto; pero, en cambio, estas necesidades de reconocimiento, cada vez más universalmente reconocidas como un derecho a la propia imagen, no lo son tanto en cuanto a esa necesidad de éxito tan ligada a la competitividad capitalista.

Si en este cuatro nivel, aparece la autoconfianza, en el quinto y último nivel ésta crece hasta llevarnos a la autorrealización, a través de la necesidad de practicar alguna forma de creación artística, de liberarse de los prejuicios sociales que tanto nos han marcado hasta aquí, de una autoaceptación de sí mismo con total independencia de lo que los demás puedan pensar, etc.

Estos cinco niveles de necesidades, desde las más básicas y universales, hasta las más abstractas y personales, conllevan su realización a través de unos deseos que surgen como respuestas frente a cada necesidad: no debe haber deseo de comer o de dormir si no hay hambre o sueño; y así diríamos con todos los demás niveles. Las plantas se relacionan con los deseos y pueden ayudarnos a mantenerlos en equilibrio; esa es la gran bendición que nos aporta el reino vegetal.


AMPLIACIÓN
Quisiera hacer una ampliación al tema del reino vegetal, a fin de dejar más constante la relación de las plantas con los deseos.

Una imagen que se suele tener de las plantas es que son bonitas y que nos permiten vivir con el oxígeno que renuevan en la atmósfera. Pero no es tan frecuente que nos acordemos de que se dice que las plantas tienen sentimientos. ¿No habéis escuchado nunca hablar acerca de tantos experimentos que se han hecho haciéndoles una especie de electroencefalograma a las plantas? ¿y que cuando alguien les acerca una cerilla encendida o simplemente piensa que cortarlas sus ondas se alteran, asemejándose a lo que en una persona sería el “miedo”?

¿Cómo se puede tener miedo a la muerte sino porque se siente la vida y se desea vivir?

También hemos oído acerca de otros experimentos: una planta que vive en una atmósfera humana saludable y amable manifiesta una alegría de vivir mucho mayor que otra que vive en medio de peleas y desavenencias. ¿Por qué? Si captan las condiciones en que viven y se dejan influir hasta tal punto por ellas, tenemos que aceptar una sensibilidad y unos medios sensibles de los que poco se nos dice en la botánica.

Todos estos experimentos –la mayoría de ellos realizados en unas condiciones bastantes correctas- nos están hablando acerca de que la vida de las plantas es mucho más rica de lo que suponíamos, una riqueza que solo es posible si aceptamos los deseos (deseos no humanos, por supuesto, sino vegetales) como uno de sus elementos básicos de “comportamiento”.

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EL REINO MINERAL

Todos los reinos de la naturaleza están íntimamente relacionados con el ser humano, en el que llegó a su perfección toda la labor creadora de Dios, según se nos dice en todos los libros sagrados.

Esta relación es bien íntima. Todas las gemas y todos los componentes del reino mineral vibran; y su vibración está situada entre los 0.5 y los 4 ciclos por segundo, que -si nos hiciéramos un electroencefalograma- corresponden a las ondas delta. Así de íntima es la relación que guardamos con el reino mineral.

Estas ondas las producimos cuando entramos en un estado de sueño profundo. Voluntariamente y fuera de este estado, no es común que se produzcan en unas cantidades lo suficientemente altas como para que sean detectables lo suficientemente, salvo en las personas altamente espirituales.

La razón de esto es que están asociadas al amor. si una persona siente amor (no me refiero al estado de enamoramiento que solemos confundir con el amor, sino a un amor desinteresado y verdadero), como lo hacen las personas altamente espirituales, entornes producen un cantidad alta de estas ondas.

Si partimos de esto, no resulta de extrañar que las gemas tengan tanta reputación como agentes terapéuticos. Porque, si comparten su vibración con nosotros, nutren la vibración que, bien sea cuantitativa o cualitativamente, nos falta.

No es mi intención entrar en detalles acerca de la acción de las diferentes gemas sobre el cuerpo y la mente humanas. Para eso están los tratados de gemoterapia. Simplemente, aprovechando la ocasión de que me cogen de paso, diré lo siguiente:

1.- La vibración delta la tenemos tanto los humanos como los tres reinos de la naturaleza; pero es la vibración propia del reino mineral, porque son tanto el reino como la vibración más sencillos que existen.
2.- Una gema puede "socorrer" a una persona que se encuentra con una viberación delta baja. Lamentablemente este es el estado al uso entre los humanos; porque no andamos sobramos de amor.
3.- Pero esta ayuda, pudiendo ser importante en un momento dado, no puede ser continúa. Porque. a) la gema pierde su capacidad; b) la voluntad de permanecer igual, de mo producir un cambio en nuestra conducta, prevalece sobre la ayuda que nos puede aportar una gema.

Por todo ello, está bien ayudarse con las gemas; pero no le pidamos lo que no pueden darnos: un bienestar que es cuestión de que nuestra conducta sea la apropiada.

En la imagen, uno de los grupos de gemas que tengo en casa. En concreto, la que está situada junto a mi almohada.

AMPLIACIÓN:

Cuando hacemos un electroencefalograma, vemos 4 clases de ondas cerebrales: las alfa, beta, delta y theta.

tres de ellas están relacionadas con los reinos de la naturaleza, mientras que la cuarta se relaciona más directamente con la especie humana.

No se trata de que cada reino tenga su onda y no el resto; no, sino de que el mineral tiene una sola onda, la delta; el vegetal, la del reino anterior más la suya, la alfa; y el animal, las dos anteriores más la suya, la theta. Y para la humanidad, las tres anteriores más la beta.

Hemos visto que las ondas delta se relacionan con el sentimiento y el amor; de la misma forma las otras ondas guardan una relación definible con otras componentes de la mente humana, que ya iremos viendo cuando tratemos los otros reinos de la naturaleza.

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ESENCIA Y SUSTANCIA

Los conceptos de esencia y de sustancia nacieron con Aristóteles, pero hoy ya pertenecen a la filosofía universal, puesto que autores de todos las épocas los han usado y seguirán usándolos.

Sin sujetarnos a ningún autor, podemos decir que sustancia es aquello que existe por sí mismo, sin necesidad de otro, y tiene un fin en sí mismo. Está fuera de lo mutable, de los accidentes que le dan a un sujeto o cosa unas dimensiones y una figura concreta; es por tanto, inmaterial e inmutable. Esencia es aquello que es el ser antes de existir fácticamente, o sea, de estar situado dentro del espacio-tiempo.

Estos conceptos nos sitúan ya de lleno dentro del terreno metafísico. No obstante, vamos a hacer dos lecturas de este gráfico (obra del autor de este flog), una, física, con arreglo a la Gran Explosión y otra, ya metafísica, con respecto a la causa primera, de naturaleza metafísica que puso todo en movimiento para el cumplimiento de un plan global y de unos planes particulares.

El Big- Bang fue el comienzo de todo; todo esta contenido, por tanto, en la ya nombrada cabeza de alfiler que le dio origen. A ese punto previo lo he llamado C, “el que todo lo contiene”, dentro del cual (recordemos la teoría matemática de los conjuntos) se encuentra B, “le que baja”, el que sale de C, tomando de él sus sustancia y comienza su camino hacia la culminación del plan contenido en C; así, de la ola inmensa de energía que salió de C, comenzaron a formarse las galaxias y, después, las estrellas y demás cuerpos celestes; y, posteriormente, de todo lo que conlleva la evolución de los planetas, así se constituyeron los reinos de la naturaleza en la tierra y comenzó la vida, con todas sus especies y formas vivientes...

La sustancia, en cuanto soporte de unas cualidades predeterminadas, está como a mitad de camino entre sus origen y su destino, el plano evolutivo donde esas cualidades habrán de desarrollarse; la esencia está más cerca de este plano evolutivo, es como el desarrollo logrado de aquellas cualidades predeterminadas de las que hablábamos en la sustancia, y gobierna la evolución para el logro de las mismas.

Metafísicamente, la causa primera, conocida como Dios en todas las culturas que han existido sobre la faz de la tierra, ocupa el lugar de C. En la creación, todo lo creado sale de él y es participe de su voluntad de llegar a una meta que no es otra que alcanzar la perfección a la que llegará a través de todo un largo proceso evolutivo; a la sustancia, una vez separada del Creador y eficaz para cumplir con ese fin, se la suele llamar alma; y la esencia es el ser encarnante, que vive la vida como una posibilidad de ir ampliando continuamente su conciencia de quién es...

Así pueden entenderse algunos textos bíblicos un tanto misteriosos, como cuando Cristo les dijo a sus discípulos “sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto”; o como cuando dijo “Yo y mi padre somos uno”: la esencia debe igualarse a la sustancia, esa la meta de todo cuanto ha descendido desde C.

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LA MIRADA

La mirada es un tema fuertemente emparentado con el pensamiento y con la libertad, que son los dos temas que planteé en el anterior pic. Pero no cesa de sorprenderme la escasa importancia que se le da fuera del campo de las artes; porque, en este terreno, se le presta atención, considerándola la relación existente entre un antes (el presupuesto artístico: la intención creadora y las ideas y capacidades del artista para llevarla a cabo) y un después (la obra acabada); pero poco se dice acerca de ella fuera de estos menesteres.

Decíamos que la cuestión filosófica era el pensamiento humano en sí mismo: el ser pensante, el conocimiento que mueve en el acto pensante y la realidad cognoscida. Esto es: la mirada. Porque podemos comparar el ojo que ve con el sujeto que piensa; al acto de mirar (¿la visión refleja fielmente lo mirado o padece disfunciones?) con el conocimiento puesto en juego; y al objeto mirado con la realidad vislumbrada.

Esta íntima unión existente no debe olvidarse, pues es la base de gran parte del funcionamiento del ser humano.

Y decíamos con respecto a la libertad que existían dos respuestas prototípicas, dentro de las cuales ciertamente cabían muchos grados y matices, una de ellas física (la realidad responde a parámetros de conocimientos físicos) y la otra metafísica (la realidad se busca en planos mentales o espirituales. Estamos moviéndonos dentro de una perspectiva teleológica, preguntándonos cuál es la finalidad de la libertad; partimos de que es la capacidad que tiene el ser humano para elegir dónde mira y cambiar de un objeto a otro el foco de su atención.

El saber popular ha recogido en algunos dichos la importancia de la mirada: “dime con quién andas y te diré cómo eres” (o también “cómo eres”), que significa que el grupo humano se forma alrededor de una misma cualidad, la que marca la talla ética de sus miembros. Esta cualidad es la realidad previamente vista por los que formaron ese grupo, el objeto de sus miradas, las cuales captaron lo que les era afín.

En definitiva, el ojo ve lo que conoce y conoce lo que es suyo; las formas externas se identifican en base a lo que conocemos. Y si nuestro sistema óptico no funciona bien, la forma resultante será defectuosa y nos moverá a una identificación errónea o defectuosa. El ojo, como instrumento material de la mirada, mira aquello que es lo que nos gusta, aquello que atrae nuestra atención y que es lo que más valoramos: nuestro tesoro.

Y ese objeto de atención y de valor lo hemos elegido libremente. Por tanto, libremente también lo podemos cambiar. Esto supone un proceso largo, en el que se van recorriendo una serie de etapas –no iguales para todos, aunque si aproximadas- en las que se van superando, por grados y matices, las características propias de aquello que nos atrae.

Lo perfecto supone un punto de atracción; pero precisamente por su perfección no tiene agarrarse. Lo imperfecto, en cambio, si tiene donde agarrarse, en una especie de unión de dos piezas de un puzzle, que encajan entre sí milimétricamente, según la forma de la imperfección o defecto pendiente de superar.

Estas imperfecciones se expresan en el pensamiento y a través de la mirada y esos defectos en la genética.

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A lo largo de toda la historia humana la filosofía ha enfrentado siempre los temas que permitían que otras ciencias se situasen dentro del conocimiento humano o prosigan su crecimiento dentro de una dirección determinada.

No se trata de que los temas cambien. El ser humano es el mismo, tiene los mismos defectos; el paso de los años y de los siglos mejora las relaciones sociales en cuanto que sistema de derechos y deberes más establecidos y -a veces- mejor normalizados; pero el ser humano sigue siendo el mismo, de modo que los temas siguen siendo los mismos de siempre, solo que una presentación actualizada.

Los grandes problemas filosóficos son el ser, el conocer y la realidad.

La cuestión de si era posible alcanzar un conocimiento fiable de las cosas fue básica en Grecia; la del ser en la patrística (la filosofía cristiana de la edad media); y la realidad se reveló como fundamental desde el momento en que la economía pasó a ocupar un sitio fundamental dentro del orden social.

Pero, a pesar de todas las apariencias, no se trata de tres problemas distintos. Lo que varía es el punto de interés, no la cuestión filosófica, que siempre ha sido y será la misma: el pensamiento humano. No en vano la filosofía puede ser vista como la historia de qué piensa el nombre acerca de sí mismo.

En todo pensamiento tenemos el sujeto pensante, o el problema del ser: quién piensa; tenemos el pensamiento en sí mismo, o el problema del conocimiento: el proceso del pensar y su fiabilidad; y tenemos lo pensado, aquello que consideramos real y hasta qué punto lo consideramos así.

Esta es la cuestión filosófica.

Pero cuando pensamos, ¿lo hacemos libremente? ¿o lo hacemos siguiendo unas directrices dadas desde fuera y en defensa de unos intereses que no son los nuestros?

¿Qué es la libertad?

Básicamente hay dos respuestas: la de aquellos que defienden que el ser corresponde a la materia y no al espíritu, que el conocimiento es el resultado de un proceso científico y que la realidad es el objeto de la investigación social y física de las ciencias; y la de aquellos que afirman que el ser pertenece a lo metafísico, que el conocimiento trasciende los procesos de la materia y que la realidad última también es metafísica.

Los primeros estimulan la identificación de la libertad con "lo que me da la gana", en definitiva con el consumismo radical, y los segundos con es esfuerzo que conlleva soltar esas amarras.

Acerca de este tema, cómo estimular la inclusión de los niños, desde su más tierna infancia, en la realidad social material y consumista se llevan a cabo investigaciones continuas. Se las llama filosofía de la inutilidad, porque estimulan a comprar cosas inútiles.

El vídeo que les traigo hoy trata sobre esta filosofía y nos brinda un tema de reflexión muy interesante: ¿es usted un inútil?

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